Gareth Peirce ha pasado 40 años luchando para anular errores judiciales, muchos de los cuales son el resultado de un uso excesivo de las medidas antiterroristas.
«Hemos perdido nuestro camino … Hemos entrado en una nueva era oscura de injusticia y es aterrador lo abrumados que estamos por ella».
La abogada británica de derechos humanos Gareth Peirce fue inmortalizada en el cine por la actriz Emma Thompson, su primer empleador británico le otorgó el mérito de haber «transformado la escena de la justicia penal en este país casi sin ayuda», y fue cariñosamente apodada «al-Umm» (que significa «madre» o «la más grande») por sus clientes de habla árabe.
Aunque es tímida y no le guste la publicidad, Peirce ha estado en el centro de algunas de las peleas legales más grandes de los últimos 40 años buscando derrocar algunos de los errores más notorios de la justicia del Reino Unido. Muchos de estos casos se dieron por una aplicación excesiva o cínica de políticas antiterroristas mal concebidas.
Reconocida por su ética de trabajo y lealtad a sus clientes, el firme compromiso de Peirce con la justicia se remonta a los años sesenta, cuando – antes de su carrera legal – trabajó en los EE.UU. como periodista, informando sobre (y adhiriéndose a) la lucha del Dr. Martin Luther King por los derechos civiles de los afroamericanos. Con la energía que le generó la esperanza que vio allí, volvió al Reino Unido en 1970 y comenzó sus estudios jurídicos, uniéndose luego al bufete de abogados Benedict Birnberg como aprendiz; hoy aún se encuentra en el bufete (ahora llamado Birnberg Peirce) como socia principal.
Los primeros clientes de Peirce eran miembros de los llamados Guilford Four y Birmingham Six, dos grupos de irlandeses que fueron falsamente condenados de llevar a cabo una serie de atentados terroristas en el Reino Unido en 1974 (esto en base a pruebas dudosas y según parece habiendo sufrido abuso físico y psicológico). La certidumbre de Peirce de la inocencia de sus clientes y su capacidad de hacer justicia por ellos – «Mi trabajo es sacarte de aquí y eso haré», le dijo a Gerry Conlon (de los Guilford Four) en su primera reunión – aumentó la moral de estos hombres, cada uno de los cuales terminaría pasando 15 años en la cárcel mientras Peirce libraba una batalla maratónica para liberarlos. Finalmente esto logró en 1991, y las convicciones contra los hombres fueron anuladas más tarde, pero las revelaciones de cómo los hombres habían sido tratados eran chocantes, según lo que contó Conlon en 2010:
«Cuando me pusieron en una celda en la comisaría, no había colchón ni donde sentarse. No había vidrio en las ventanas, así que entraban ráfagas de nieve. Estaba temblando. Para hacerme pequeño, me puse en posición fetal. Un policía entró en la celda con un perro alsaciano mientras estaba desnudo en el suelo. Aflojó la correa y el perro se me lanzó arriba. Sus dientes no estaban ni a una pulgada de mi cara. Me dijo: «No te acuestes de nuevo, o volveré con el perro y le quitaré la correa».
Las semejanzas entre el maltrato de los irlandeses sospechosos de actos terroristas en el Reino Unido durante los años 1970 y 1980 y los sospechosos musulmanes en todo el mundo después del 11 de septiembre, son fáciles de ver.
Muchos de los clientes más notorios de Peirce han sido víctimas de la indiferencia total por el derecho internacional como consecuencia del 11 de septiembre, una indiferencia que resultó en detenciones extrajudiciales, entregas extraordinarias y tortura. Como dijo en 2004: «Hemos perdido nuestro camino en este país. Hemos entrado en una nueva era oscura de injusticia y es aterrador lo abrumados que estamos por ella. Sé que estoy representando a gente inocente; Personas inocentes que saben que se enfrentan a un jurado que inevitablemente estará predispuesto a encontrarlos culpables».
Moazzam Begg fue uno de estos clientes inocentes, un musulmán británico que fue detenido durante tres años sin cargos y que nunca llegó a ver un jurado. Begg, que se había trasladado a Afganistán con su familia en 2001 y luego huyó por seguridad a Pakistán cuando comenzó la guerra en Afganistán, fue secuestrado por agentes paquistaníes y estadounidenses en Islamabad en 2002, detenido en el centro de reclusión de Bagram y luego transferido a Guantánamo en 2003. Al igual que muchos detenidos en esos lugares, Begg dice que fue maltratado, recluido en régimen de aislamiento y privado de luz natural; También dice que fue testigo del asesinato de otros dos reclusos. Begg fue finalmente liberado en 2005 y regresó al Reino Unido.
Entre los otros clientes musulmanes, se encuentran ocho de los doce hombres que, poco después del 11 de septiembre, fueron detenidos sin juicio en la prisión de Belmarsh, en el Reino Unido, bajo la polémica legislación antiterrorista que el gobierno de Tony Blair impulsó a través del parlamento. Los detenidos fueron encerrados sin cargos, nunca se les informó sobre las acusaciones que pesaban contra ellos y – casi increíblemente – nunca fueron cuestionados por la policía. Peirce luchó contra su detención durante tres años y, en 2005, la Cámara de los Lores dictaminó que la detención de los hombres sin juicio era ilegal. Los hombres fueron liberados, pero sometidos a diversos tipos de vigilancia con toque de queda, etiquetado y restricciones en su uso de Internet.
Peirce ha representado a Shaker Aamer, un residente británico que fue detenido sin juicio en Guantánamo durante 13 años antes de su liberación en 2015, y Julian Assange, de Wikileaks, a quien Suecia quería extraditar del Reino Unido como parte de una investigación sobre una violación, investigación que desde entonces se abandonó.
Peirce continúa defendiendo a los oprimidos, o, como Moazzam Begg dijo autodepreciablemente en 2012, «los parias de la sociedad».
En 2015, recibió el Premio Irish Presidential Distinguished Service por su trabajo.