El informe busca dar cuenta de los efectos de la polarización del pensamiento y de la necesidad de observar las distintas aristas de una creencia.
Este artículo fue publicado originalmente en disonancia.articulo19.org
¿Qué es la disonancia?
La disputa por la palabra en un contexto de tonos contrapruestos ha potenciado la disonancia del entorno: la tensión entre las voces que asumen la política como dogma, las que ya no saben de dónde viene o cuál es la verdad y todas las que quieren hacerse escuchar.
La información se ha vuelto un bien codiciado al que ahora tiene acceso un sinnúmero de personas gracias a la era digital. Las tecnologías de la información nos han permitido identificarnos con las realidades de aquellos que se encuentran al otro lado de las fronteras. Nos hemos asumido como parte de una comunidad global que afronta batallas y amenazas similares. Hemos empatizado con quienes no hablan nuestro idioma, pero que pueden expresar el dolor y el terror igual que nosotras y nosotros. Hemos atestiguado en tiempo real la atrocidad, la represión y la podredumbre de gobiernos corruptos e impunes que sólo piensan en sí mismos y no en su pueblo. Algunas personas hemos asumido que los gobiernos no cambian ni se transforman, las sociedades sí.
Ese bien, que históricamente se había racionado y utilizado de manera discriminatoria en México, por el cual 47 periodistas fueron asesinados durante el sexenio de Enrique Peña Nieto y se gastaron más de 60 000 millones de pesos en publicidad oficial, nos otorgó el poder de exigir un cambio.
Pero en 2019, más que en ningun otro momento, la información siguió siendo el objeto de la guerra, el valor de la disputa. Este año, las prácticas para controlarla desde los polos o las élites se reflejaron en el incremento de las agresiones contra periodistas, con el mayor número en la historia, 609 en un año; en el discurso que estigmatiza y busca despojar a la prensa de sus lectores y sus audiencias; en las redes que vomitan el odio y la discriminación con desinformación hacia los más vulnerables o en las conferencias mañaneras que se han convertido en la palestra, el púlpito o la tribuna del gobernante en turno para corromper la agenda y fijar los términos del debate público.
Es cierto, hay más voces, pero no hay diálogo: hay disonancia. Las expresiones se repelen, chocan y se rechazan entre sí. Los pensamientos de unos y otros son incompatibles y existe una tensión constante entre las ideas, las creencias y las emociones. No hay lugar para el disenso, ni para la crítica. La diferencia, en este sexenio, radica en que esto no sólo sucede entre el gobierno y la ciudadanía, sino en la misma sociedad, que se confronta.
Cada voz habla desde su propio mundo y se aparta, poco a poco, de los otros. Nos polarizamos, creyendo que los que nos escuchan son los que existen. Así, omitimos a aquellos a los que, decididamente, hemos dejado de escuchar.
Disonancia: voces en disputa busca reflejar la tensión entre las distintas voces y la imposibilidad de escuchar aquellas otras expresiones que siguen luchando por ser escuchadas. En este informe, buscamos dar cuenta de los efectos de la polarización del pensamiento y de la necesidad de observar las distintas aristas de una creencia.
También señalamos en este informe de 2019 lo que, en el marco del gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha cambiado para bien o para mal. Además, descubrimos nuevas tendencias que marcan la diferencia con el sexenio anterior y restablecen el panorama de la libertad de expresión y el derecho a la información, pues suponen nuevos análisis y aproximaciones. Finalmente, tocamos aquello que, a pesar del discurso, sigue igual y no parece que vaya a ser diferente.