Los recientes intentos de suprimir la discusión sobre las atrocidades ocurridas en 1965 muestran que el tema sigue siendo delicado en Indonesia; al mismo tiempo, las voces que claman por una comprensión renovada de la historia nacional se están haciendo cada vez más fuertes.
Un aniversario marcado por la censura
Cada octubre, extranjeros e indonesios por igual se reúnen en Bali, Indonesia para el Festival de Lectores y Escritores Ubud (UWRF). Es una oportunidad de estar inmerso en las discusiones sobre literatura, arte e ideas, todo esto teniendo por telón de fondo los pintorescos campos de arroz en terrazas de Ubud. El festival más grande de escritores de Indonesia fue creado hace 12 años a raíz del ataque terrorista en Bali. Como explica la fundadora y directora del festival Janet DeNeefe, «Dirigido por el mantra de que la pluma es más poderosa que la espada, hemos creado un evento internacional que traería los problemas a la mesa en un espacio neutro, donde la discusión abierta sobre las grandes ideas e historias importantes podría tener lugar.»
El festival de este año incluyó discusiones con 165 autores de más de 25 países, lecturas, exposiciones de arte, proyecciones de películas y más. Lo que no incluyó, sin embargo, fue una serie de eventos planificados que pretendían arrojar luz y fomentar el diálogo sobre un período oscuro en la historia de Indonesia en 1965 y 1966, cuando al menos 500.000 personas fueron asesinadas. Ante la presión de las autoridades locales, el festival se vio obligado a cancelar mesas redondas sobre el 50 aniversario de las atrocidades, presentaciones de libros, la proyección del documental «La mirada del Silencio» (The Look of Silence), del director estadounidense Joshua Oppenheimer, y una exposición de fotografía de las mujeres sobrevivientes de los asesinatos.
Al anunciar la cancelación, De Neefe escribió: «Si bien estamos orgullosos de ser una plataforma para la libertad de expresión creativa, literaria y artística, tuvimos que considerar las miles de otras personas que hubieran sido afectadas si todo el Festival se cancelada, apenas unos días antes del evento.»
La reacción frente a esto fue contundente y sin precedentes en los 12 años de historia del festival, sobre todo entre los Centros PEN, cuyos mandatos son promover la literatura y defender la libertad de expresión en todo el mundo. «La presión por parte del gobierno de Indonesia para silenciar la discusión de la masacre de 1965 señala un preocupante deterioro del derecho a la libertad de expresión, así como un esfuerzo equivocado para borrar un momento horrible en la historia de Indonesia», dijo Karin Deutsch Karlekar, directora de Programas de Libertad de Expresión en PEN Americano. Un comunicado de PEN Internacional señaló que «Los festivales son foros donde las conversaciones difíciles están destinadas a ocurrir, y al impedir estas conversaciones, las autoridades locales han socavado la libertad de expresión y mantenido viejas heridas enterradas». «Las masacres indonesias de 1965 fueron excepcionales en su escala y han tenido un impacto duradero en las relaciones étnicas en Indonesia», dijo Salil Tripathi, presidente del Comité de Escritores en Prisión de PEN Internacional.
En pocos días más de 290 escritores de todo el mundo, incluyendo a varios invitados al festival de Ubud, se unieron a PEN Internacional mediante la firma de una declaración condenando la injerencia e instando a las autoridades a revocar su decisión.
Sin embargo, la interferencia en el festival de Ubud no fue el único intento en las últimas semanas para obstaculizar el debate sobre los acontecimientos de 1965-66. Ciertos eventos fueron cancelados o atacados por civiles y agentes de la ley en varias partes de Indonesia; un ciudadano sueco fue deportado por visitar una fosa común en Sumatra; y a «Lentera», una revista de estudiantes universitarios en Salatiga, Java Central se le prohibió la venta fuera del campus después de la presentación de informes sobre los asesinatos de 1965 en la ciudad.
La triste realidad es que lo que está pasando en el festival de Ubud no es un caso aislado. El ejército indonesio y sus matones han censurado otros eventos relacionados con 1965 en Java y Sumatra. Ambas películas de Oppenheimer, que han ganado premios y reconocimientos internacionales, siguen prohibidas en los cines de Indonesia o en la televisión.
Es terrible para Indonesia que casi dos décadas después de la caída de Suharto, el gobierno aún esté participando en este tipo de comportamiento. La pregunta ahora es si el nuevo presidente de Indonesia, Joko Widodo, intervendrá y limitará las fuerzas policiales y de inteligencia.
Andreas Harsono, Human Rights Watch
«Cincuenta años de negaciones, evasiones y silencios»
Entre los genocidios del siglo XX, el de Indonesia es quizás el menos comprendido. El 1 de octubre de 1965, tras un supuesto golpe de Estado militar, el gobierno de Indonesia dio rienda suelta a una mezcla de soldados indonesios y milicias locales para matar a cualquiera que fuera considerado «comunista». Durante los meses siguientes hasta 1966, al menos 500.000 personas perdieron la vida, el total puede ser de hasta un millón. Entre las víctimas se encontraban miembros del Partido Comunista de Indonesia (PKI), chinos étnicos, así como sindicalistas, maestros, activistas de la sociedad civil, y artistas de izquierda. Fueron objeto de tortura, violación, encarcelamiento, trabajo y desalojos forzosos, y ejecuciones extrajudiciales. El gobierno de Estados Unidos proporcionó al Ejército indonesio ayuda financiera, militar y de inteligencia durante este período, y al parecer lo hizo mientras era consciente de que estos homicidios se estaban produciendo.
Durante el gobierno de 32 años del general Suharto, que terminó en 1998, la masacre fue uno de los muchos temas que se salieron de los límites. El régimen de Suharto ya sea guardó silencio sobre la masacre, tratándolo como un no-evento, o promovió el mito de que el ejército salvó a la nación de los comunistas. La «Historia Nacional de Indonesia» en seis volúmenes contiene una frase vaga e inexacta de los hechos sobre los asesinatos, e incluso no aparece en los libros de texto escolares. Los artistas indonesios y novelistas que abordaron el tema enfrentaron la represión a través de los años. Más recientemente, las organizaciones locales han tratado de localizar las fosas comunes y ayudar a los sobrevivientes, aunque en el discurso público, los hechos siguen siendo considerados tabú.
Sin transparencia, hay pocas esperanzas para la verdad, la justicia, la reconciliación, o la reparación de los familiares de las víctimas. Los gobiernos de Estados Unidos y de Indonesia han sido instados a desclasificar y a hacer públicos todos los documentos relacionados con los asesinatos en masa, como un paso clave hacia la obtención de justicia para estos crímenes. En diciembre de 2014, el senador Tom Udall introdujo la «Resolución del Sentido del Senado» instando a las autoridades estadounidenses a liberar los documentos relacionados de sus archivos. Human Rights Watch apoya una campaña animando al público a firmar una petición en apoyo de la Resolución.
Aunque Suharto y sus funcionarios militares estén muertos, muchas personas que encabezaron los escuadrones de la muerte o cometieron los crímenes permanecen en posiciones de poder en Indonesia. Existen comunidades que aún viven en un silencio forzado por el terror.
El documental como catalizador para el cambio
El director del documental cuya proyección fue cancelada en el Festival de Ubud, Joshua Oppenheimer, comenzó a investigar los asesinatos en 2003. En el proceso, supo de Ramli, víctima de la masacre cuya muerte no era parte del registro oficial de la historia. Después de que sus intentos de filmar a la familia de Ramli y otros sobrevivientes enfrentaron amenazas, comenzó a filmar a los autores de la matanza que aún estaban en el poder. Los mismos aparecen en su documental nominado al Oscar 2014 «El acto de matar», presumiendo acerca de las atrocidades y, de manera surrealista, poniendo en escena recreaciones cinematográficas de sus crímenes y fantasías.
Mientras hacía «El acto de matar», pasé ocho años colaborando con los sobrevivientes de un genocidio para exponer el régimen de miedo actual, la corrupción y el vandalismo que los asesinos han construido y sobre el que continúan presidiendo.
Joshua Oppenheimer
Antes de que «El acto de matar» se hiciera público, Oppenheimer y su equipo comenzaron a trabajar de nuevo con la familia de Ramli, sobre todo con su hermano menor, el optometrista Adi Rukun. Los valientes intentos de Adi para reconstruir la historia de Ramli y enfrentar a los asesinos de su hermano son capturados en el segundo documental «La mirada del Silencio».
Imagina que toda una comunidad está traumatizada por algo, pero tiene que fingir que la fuente del trauma nunca ocurrió. En tal situación, hablar de Ramli fue un acto de resistencia. Es casi como pellizcarte a ti mismo para recordar que estás despierto. Creo que da una muy buena sensación de la calidad de este secreto a voces.
Joshua Oppenheimer
Los documentales no son de una fácil visualización – la audacia de los asesinos es chocante, e ilustran perfectamente un clima donde reina la impunidad. Uno sólo puede imaginar la carga emocional de participar en el proceso de filmación, que se prolongó durante años, y de los riesgos asumidos por los que enfrentan a los líderes de los escuadrones de la muerte y miembros de un grupo paramilitar de derecha. No es de extrañar que los créditos de la película incluyan una larga lista de colaboradores locales identificados sólo como «anónimo», para proteger sus identidades.
Oppenheimer y su equipo estaban llevando constantemente un balance del peligro a medida que la situación evolucionaba. «¿Cómo anticipamos una ruta de escape, tanto literal como metafórica, si las cosas van mal?», afirmó en una entrevista de julio de 2015 con el Comité para la Protección de Periodistas. Se tomaron precauciones durante la filmación, incluyendo la encriptación de ciertos correos electrónicos, las copias de todo el material y su almacenaje en tres lugares, el monitoreo de si se corría la voz entre algunos de los asesinos y de los miembros del grupo paramilitar de derecha que fueron entrevistados en la película sobre el ángulo crítico del documental. Adi Rukun arriesgó su vida para enfrentarse a los asesinos de su hermano, y eventualmente se mudó con su familia a un lugar no revelado en Indonesia; y Oppenheimer fue asesorado por organizaciones de derechos humanos para que no regresara a Indonesia por el peligro que corría.
El equipo también tuvo cuidado de cómo la película fue distribuida dentro de Indonesia, para evitar que fuera prohibida. Su estrategia de distribución se inició con la proyección sólo por invitación, DVD, descargas gratuitas, y la posibilidad de subir una versión a YouTube; y dado que el sitio web de la película fue hackeado con regularidad, el marketing se realizó principalmente a través de los medios sociales.
A pesar de los temores de represalias, las películas de Oppenheimer han sido vistas y han provocado una discusión entre el público indonesio, los medios de comunicación e incluso las autoridades, algunos alabando el éxito de las películas al exponer esta realidad oscura, otros levantando la preocupación de que las películas dan una mayor voz a los asesinos. En una edición especial en octubre de 2012, la revista Tempo con sede en Yakarta hizo lo que nunca había hecho desde que se lanzó en 1971: entrevistó a los responsables civiles de todo el país, hombres como los que aparecen en «El acto de matar». Las entrevistas fueron publicadas posteriormente en forma de libro, que la revista decidió publicar por su cuenta ya que ningún editor estaría de acuerdo con manejar un material tan sensible.
Creo que lo que estas dos películas han hecho es ponerle un espejo por delante a Indonesia, con lo que ya no es posible mantener la mentira de la propaganda gubernamental.
Joshua Oppenheimer
En última instancia, «El acto de matar» ha ayudado a catalizar una transformación en la forma en que los indonesios miran su pasado, y «La mirada del silencio» alude a la energía curativa de descubrir la verdad y la posibilidad de la reconciliación. Oppenheimer se refirió a la última película como «mi carta de amor a Indonesia». Afirmó que el tercer capítulo le pertenece al pueblo de Indonesia.
Marcando el 50 aniversario del genocidio, un tribunal del pueblo internacional sobre crímenes de lesa humanidad se llevará a cabo en La Haya, Países Bajos del 9 al 13 de noviembre de 2015. La esperanza es que la decisión del tribunal abrirá una ventana de oportunidad para que las víctimas sean oídas. Las voces que claman por una comprensión renovada de la historia nacional se están haciendo cada vez más fuerte. En palabras del historiador John Roosa, «Se debe marcar cada fosa común. Las historias de los perpetradores, espectadores, y familias de las víctimas de las masacres deben ser registradas. Más archivos deben ser investigados para encontrar documentos.»
En esta foto del 30 de septiembre de 2013, la gente ve el documental «El acto de matar» (The Act of Killing) en Yakarta, IndonesiaFoto AP /Tatan Syuflana