Las amenazas de muerte, un proceso de difamación criminal y las campañas de propaganda maliciosa no han detenido a Leonardo Sakamoto de hacer campaña para acabar con la mano de obra esclava en Brasil.
Una persona que se siente injustamente calumniada tiene derecho a recurrir a la ley. Sin embargo, hay un mundo de diferencia entre esto y las acciones que están claramente destinadas a desalentar al periodista de reportar información que los poderes políticos o económicos quieren mantener en secreto.
Leonardo Sakamoto – el periodista franco, prolífico bloguero y activista antiesclavista – sabe mucho de las amenazas a la libertad de expresión en Brasil. En octubre de 2015 escribió:
«Estamos viviendo un período de preocupantes ataques a la libertad de expresión. Estos ataques son llevados a cabo por empresas, el gobierno y los políticos, todos los cuales recurren a los tribunales para evitar que publiquemos información que sea de interés público. Algunos quieren que nos censuren. Otros recurren a demandan por millones en daños… Esto nos afecta a todos: la derecha, la izquierda, el centro, los blogueros independientes, los medios tradicionales, yo, tú. Una persona que se siente injustamente calumniada tiene derecho a recurrir a la ley. Sin embargo, hay un mundo de diferencia entre esto y las acciones que claramente tienen la intención de desalentar al periodista y a su empleador de reportar información que los poderes políticos o económicos quieren mantener en secreto.»
Cuando Sakamoto escribió esto, se enfrentaba a una demanda por difamación criminal por parte de Pinuscam, una compañía brasileña de madera había correctamente identificado – como más tarde declararía un juez al emitir un fallo a favor del periodista – como uno de los objetivos de una operación del gobierno federal para rescatar trabajadores de condiciones de trabajo esclavo. Si Sakamoto hubiera sido condenado, habría enfrentado multas y una posible sentencia de cárcel; el caso judicial fue el último de una serie de ataques contra el trabajo de los periodistas.
Sakamoto, de 39 años, ha cubierto los conflictos y los abusos contra los derechos humanos en Timor Oriental, Pakistán y Angola, pero la pasión que lo inspira es la erradicación de la mano de obra esclava en Brasil. Es director y fundador de Repórter Brasil, una ONG de derechos de los trabajadores compuesta por periodistas independientes y científicos sociales que investigan y luchan contra la esclavitud moderna. Su trabajo le concedió el Premio de Lucha contra el Trabajo Esclavo en 2006; actualmente es representante de su organización en la Comisión Nacional de Brasil para la Erradicación del Trabajo Esclavo.
A pesar de su clasificación como la novena economía más grande del mundo, Brasil ha tenido durante mucho tiempo un problema con el trabajo esclavo (el trabajo esclavo puede definirse como trabajo forzado en condiciones degradantes con poca o ninguna compensación financiera). Aproximadamente 50.000 brasileños han sido rescatados del trabajo en condiciones de esclavitud desde 1995, cuando el país reconoció oficialmente que se trataba de un problema nacional. En 2003, Brasil comenzó a mantener una «lista sucia» oficial de negocios brasileños multados por usar mano de obra esclava; estas empresas permanecieron en la lista durante dos años, durante los cuales no pudieron acceder a préstamos bancarios y las ventas de sus productos fueron restringidas. Como dijo Sakamoto en 2016, «fue una de las herramientas más fuertes contra el trabajo esclavo en el país». Sin embargo, en 2014, luego de una demanda presentada por la Asociación de Desarrolladores de Bienes Raíces, la lista fue suspendida. La respuesta de Repórter Brasil fue comenzar a compilar su propia lista no oficial.
Y era necesario que lo hicieran. En 2014, un tribunal determinó que la empresa brasileña JBS, una de las mayores empresas procesadoras de carne del mundo, había estado alimentando a sus empleados con carne infestada de gusanos. La ONG de Sakamoto cubrió el caso ampliamente, reportando no sólo los detalles espeluznantes de la carne contaminada, sino también otras prácticas igualmente inquietantes; estas incluyen el uso de turnos de trabajo de 20 horas y la exposición de los empleados a gas amoníaco nocivo. JBS fue multada con R$ 2,3 millones (aproximadamente USD720,000) por abusar de sus trabajadores.
No es de sorprender que el trabajo de Sakamoto lo haya convertido en enemigo entre algunas de las personas más poderosas del país. Debido a su riqueza e influencia, el contragolpe que ha sufrido ha ido mucho más allá de las amenazas típicas y el acoso habitualmente experimentado por los periodistas de investigación en Brasil. En 2016, una orden judicial mostró que JBS estaba detrás de una campaña de publicidad digital que tenía como objetivo arruinar la reputación de Sakamoto (acusándolo de deshonestidad y de ser pagado por la ex presidenta Rousseff, entre otras cosas); también en 2016, el periódico Edição do Brasil publicó una entrevista completamente fabricada con Sakamoto en la que lo citó diciendo que «los jubilados son inútiles para la sociedad». Estas mentiras se volvieron virales y dieron lugar a que el periodista recibiera un diluvio de amenazas de muerte, algo que nunca se puede tomar a la ligera en Brasil, donde 39 periodistas han sido asesinados desde 1992.
Pero en lugar de ser intimidado por las amenazas, el resiliente e ingenioso Sakamoto las utilizó como material para su estudio de 2016 sobre el odio y la intolerancia en línea, O que Aprendi Sendo Xingado na Internet (Lo que aprendí siendo maldecido en Internet).
Todas las amenazas y hostigamientos no han disuadido a Sakamoto en su trabajo y continúa bloguendo diariamente sobre una amplia gama de abusos de derechos humanos enfrentados por los brasileños. En octubre de 2016, Reporteros sin Fronteras anunció que Sakamoto había sido preseleccionado para su Premio 2016 al Periodismo Ciudadano.
El periodista sigue trabajando en su lucha incansable por los derechos de los colectivos más desprotegidos, integrando paneles y charlas de debate ante la situación políticamente compleja que vive Brasil.
Su trabajo sigue cosechando reconocimientos: el 27 de junio de 2017 el Departamento de Estado de Estados Unidos lo homenajeó por su lucha contra la trata de personas.