Norma Cruz defiende los derechos de la mujer en uno de los países más letales del mundo para ser mujer.
La violencia contra la mujer no es sólo un problema para las mujeres. Es un problema en el que hombres y mujeres deben trabajar juntos para resolver.
Adriana Estrada, de 26 años, de la ciudad de Mixco, Guatemala, estaba casada con Jorge Armando González; tenían dos niños pequeños. Jorge era violento, y Adriana había ido a la policía varias veces después de ser golpeada por él. En la noche del 14 de enero de 2012, Jorge venció y estranguló a Adriana hasta matarla en su casa mientras su hijo mayor escuchaba desde su dormitorio.
«Marta» (un seudónimo) de 16 años, caminaba hacia su casa desde la escuela en la tarde del 10 de agosto de 2014. Un vecino, Tulio Reyes Carrera, de 36 años, apareció con un machete. Se había obsesionado con Marta y la había amenazado varias veces. Reyes la golpeó repetidamente, dejándola horriblemente herida. Más tarde, en el hospital, los médicos se maravillaron de que Marta hubiera sobrevivido al ataque. Hoy, todo su cuerpo está desfigurado por las cicatrices.
María Alejandra Oseida Vásquez, una estudiante, desapareció en la mañana del 18 de julio de 2013. La familia y los vecinos pasaron todo el día recorriendo el barrio hasta que la encontraron esa misma noche, muerta. María había sido violada y estrangulada por su abuelo.
Jorge recibió una condena de veinticinco años de prisión por asesinar a Adriana. A Reyes le dieron veinte años por el intento de homicidio de Marta (quien todavía está en terapia psicológica y física). El abuelo de María fue condenado a un total de 65 años de cárcel.
Estos ejemplos de justicia son raros en Guatemala, donde la impunidad es la norma para quienes atacan a las mujeres. Lo que cada uno de estos casos tienen en común – aparte de la casi inimaginable violencia infligida – es que las familias recibieron representación legal gratuita, terapia psicológica u otro tipo de apoyo de la Fundación Sobrevivientes, organización por los derechos de las mujeres basada en la ciudad de Guatemala. La Fundación Sobrevivientes ha sido dirigida por más de 15 años por la abogada y reconocida defensora de los derechos de la mujer Norma Cruz.
La violencia contra las mujeres es endémica en Guatemala, y las estadísticas pintan un panorama escalofriante. En 2015, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses informó que 766 mujeres habían sido asesinadas ese año y 774 el año anterior. La tasa de femicidios de Guatemala es de aproximadamente 9 por 100.000 mujeres, la tercera tasa de femicidio más alta del mundo.
Norma Cruz no tuvo la ambición de estar a la cabeza de la principal ONG de derechos de la mujer de Guatemala. Más bien, fue la experiencia personal de violencia sexual en su propia familia, y de la falta de provisión para las víctimas, lo que la hizo darse cuenta de que algo tenía que hacer. Como lo recordó en una entrevista de 2015:
«Todo empezó en 2001, cuando buscaba justicia para mi hija, ella era víctima de violencia sexual, conocí a otras madres que también exigían justicia para sus hijas y que estaban en la misma situación que yo … después, formamos una asociación, y trabajando fuera de mi casa, comenzamos a llevar nuestros primeros casos en nombre de las víctimas de violencia sexual a la ley. En 2005, salimos al público y empezamos a planear un centro que prestaría asistencia a las mujeres víctimas de violencia, incluido un apoyo legal y psicológico gratuito…»
Bajo el liderazgo de Cruz, Fundación Sobrevivientes ha logrado todo esto, y ahora incluso lucha por madres cuyos bebés son robados y vendidos en redes de adopción ilegal. La organización actualmente presta asistencia a aproximadamente 1.500 mujeres cada año.
Muchos han intentado explicar el horrendo alto nivel de violencia dirigido a las mujeres en Guatemala. A veces se sugiere que la guerra civil guatemalteca de 36 años de duración (1960-1996) entumeció a la sociedad guatemalteca hasta cierto nivel de violencia, volviéndola casi aceptable. Cruz también ve la guerra como un factor causal, pero extienda la culpa más allá, señalando el machismo conservador tan predominante en su país: «Estamos lidiando con este tipo de violencia [pero] tenemos una sociedad muy conservadora que prefiere que todos se mantengan en silencio», dijo en una entrevista de PBS en 2011: «Siempre existe la duda de si las mujeres dicen la verdad… no les creen y son consideradas culpables de lo que ha sucedido».
Era previsibile que al trabajar en este tipo de ambiente y hablar públicamente de la manera en que lo hace, Cruz se convirtiera en un blanco para el tipo de hombres que atacan a las mujeres que ella defiende. Comenzó a recibir amenazas de muerte en 2009, cuando su organización se involucró en el caso de una niña que fue violada, y las mismas han continuado hasta el día de hoy. En 2011, las oficinas de la Fundación Sobrevivientes fueron atacadas con un cóctel Molotov.
Debido al trabajo de activistas como Cruz, se ha avanzado en el manejo de la violencia dirigida a las mujeres. En 2008, Guatemala se convirtió en el primer país en reconocer oficialmente el femicidio; ahora cuenta con 11 tribunales de femicidio. Sin embargo, con aproximadamente 56.000 informes anuales de ataques a mujeres, la desesperada necesidad de organizaciones como la Fundación Sobrevivientes no muestra signos de disminución. Como dice Cruz, «El día en que ya no sintamos el dolor de las familias y de las víctimas del abuso será el día en que podremos cerrar la Fundación».