Como joven activista-periodista, Guy Berger luchó contra la censura, la impunidad y la injusticia en el apartheid de Sudáfrica; luego pasó a liderar el trabajo de lucha de la UNESCO en su labor global de lucha contra estas amenazas a la libertad de expresión y los medios de comunicación.
"Si tienes libertad, pero no una base sólida para el ejercicio del periodismo, es como una libertad medio vacía."
En 2009, la activista anti-apartheid Janice Warman escribió un artículo para The Guardian en el que recordó a sus antiguos colegas que habían luchado para poner fin al notorio sistema de discriminación racial institucionalizada de Sudáfrica. «Cuando comencé a recordar esa época y a aquellas personas que le dieron forma», escribió, «era natural pensar en Guy Berger».
Hoy en día, la visibilidad que tiene Berger se debe en gran parte a su trabajo en la UNESCO (2011-2022), donde se desempeñaba como Director de Políticas y Estrategias de Comunicación e Información de la UNESCO (este papel se conocía como Director de Libertad de Expresión y Desarrollo de los Medios de Comunicación hasta 2020). Era responsable de todos los aspectos del trabajo de la organización defendiendo la libertad de expresión de las diversas amenazas que enfrenta a nivel mundial con un enfoque especial en la desinformación. El papel tenía un profundo significado personal para él porque tenía experiencia de primera mano de los problemas que la UNESCO trata de abordar.
Se podría trazar una línea recta que una el trabajo de Berger en la UNESCO a su juventud luchando por la justicia social en Sudáfrica. Esa línea nos conduciría a través de una carrera mediática impresionante (incluyendo un largo período como columnista para el Mail and Guardian de Suráfrica), pasando por la prisión, y antes de eso a la Rhodes University, donde Berger fue a estudiar periodismo y política en 1975, y donde se convirtió en un activista.
La transición de furioso testigo de la injusticia a activista completo puede ser corta o larga, pero generalmente existen unos momentos decisivos que la tornan inevitable. Para Berger, un joven miembro de la privilegiada minoría blanca de Sudáfrica, esos acontecimientos decisivos tuvieron lugar en 1977, tras la tortura y la muerte bajo custodia del renombrado activista anti-apartheid Stephen Biko.
La muerte de Biko provocó indignación en todo el mundo y grandes protestas en Sudáfrica, incluyendo los ‘stay-aways’, una protesta que implicaba quedarse al margen de los lugares de trabajo y universidades. Esto a su vez provocó la ira de las autoridades: dos de los compañeros blancos de Berger fueron expulsados de la universidad por su participación en un stay-away; sin embargo, un profesor negro (que también había participado) fue encarcelado y, como horroroso ejemplo de la injusticia del apartheid en acción, fue golpeado con un bastón. Esto disgustó al joven Berger.
Su furia creció al ver que la persecución de los medios independientes aumentaba después de la muerte de Biko. Observó como Donald Woods, un periodista anti-apartheid que era editor del Daily Dispatch y amigo de Biko, se convirtió en un atractivo objetivo para el gobierno (Woods fue despojado de su posición editorial, se le prohibió escribir o hablar públicamente sobre Biko y finalmente fue forzado a exiliarse). En el mismo año, se prohibieron tres periódicos independientes: the Voice, the World y the Weekend World.
Estos acontecimientos persuadieron a Berger de que la resistencia era la única opción: «Debía involucrarme directamente. La única forma de romper el nudo del apartheid era a través de un desafío directo, en lugar de hacerlo a través del Parlamento que era totalmente blanco». Se lanzó en el activismo estudiantil y trabajó para un periódico del municipio. También se convirtió en un gran lector y distribuidor de literatura prohibida por el régimen del apartheid, incluyendo folletos del Congreso Nacional Africano (ANC por sus siglas en inglés) y textos de Nelson Mandela y Che Guevara.
Traicionado por un espía, Berger fue finalmente arrestado una noche en agosto de 1980. Fue interrogado acerca de ser miembro del ANC (a pesar de que las reglas del ANC no permitían a los sudafricanos blancos unirse a la organización) y fue sometido a tortura bajo la forma de privación de sueño y palizas. Pero la peor parte de la experiencia, según Berger, fueron los tres meses que pasó en confinamiento solitario.
En su juicio, Berger fue condenado por posesión de libros prohibidos y, lo que es absurdo, de ser miembro del ANC. Fue condenado a siete años de cárcel, pena que fue reducida a dos años en apelación; fue liberado en 1983.
En 1985, Berger (como Woods en 1977) fue presionado para exiliarse y durante cinco años vivió en Londres. Su primer trabajo fue como distribuidor del Mail and Guardian (entonces llamado The Weekly Mail). Posteriormente, se convirtió en corresponsal diplomático de Morning Star y fundó Afravision, una compañía de producción y distribución de televisión. En 1991, poco antes del fin del apartheid, regresó a Sudáfrica como editor de la revista New Era y, en 1994, aprovechó la oportunidad para regresar al lugar donde empezó su activismo, la Rhodes University, como director de la Escuela de Periodismo y Estudios de los Medios. En 2011, empezó a trabajar para la UNESCO.
En entrevistas y discursos, Berger aprovechó su posición para llamar la atención pública sobre algunas de las cuestiones de libertad de expresión más críticas actualmente, incluyendo: la disminución de la seguridad de los periodistas – «Sin duda ha empeorado. En algunas situaciones, los que eran violentos todavía necesitaban periodistas para sacar su mensaje. Ahora, piensan: ‘si matamos a un periodista, podemos transmitir nuestro mensaje en YouTube'»; el acceso a la información – «La moneda esencial para sobrevivir en el mundo moderno»; y la impunidad – «Los asesinatos son la punta del iceberg y tienen mayor efecto silenciador que cualquier represión». No es difícil ver cómo estos temas pueden haber tenido una especial resonancia para alguien que alguna vez fue un joven activista-periodista en la era del apartheid en Sudáfrica y cuyos torturadores nunca fueron castigados.
En 2020, el papel de Berger en la UNESCO se centró especialmente enfocado en la desinformación. Al comienzo de la pandemia de COVID-19, se esforzó por resaltar la amenaza que representaba la promoción de narrativas falsas sobre el virus: “Cuando la desinformación se repite y amplifica, incluso por parte de personas influyentes, el grave peligro es que la información que se basa en hechos verídicos, termina solo teniendo un impacto marginal ”, y defendió el periodismo independiente como una línea vital de defensa contra las mentiras. Berger también instó a los gobiernos a abordar la desinformación sobre el virus siendo más transparentes, mejorando el acceso a la información y no imponiendo restricciones a la libertad de expresión «que pueden dañar el papel esencial de una prensa independiente». Pero muchos gobiernos de todo el mundo no prestaron atención a ese llamado.
Ilustración de Florian Nicolle