Desde investigaciones medioambientales a presentaciones de televisión, el uso de tecnología de drones está cambiando la manera en que vemos el mundo, entonces, ¿cómo se está capacitando a los futuros periodistas de drones para su trabajo?
Drones. Hasta la palabra encierra algo de amenaza. Una avispa mecánica, merodeando con intención malévola, manejada por distantes operadores remotos con niveles de compasión desconocidos. O por lo menos, así es como los programas de televisión como Homeland retratan el tipo armado de drone, un arma de guerra que poco tiene en común con estas nuevas herramientas del periodismo, además de compartir un nombre abreviado y pegadizo. El uso frecuente del término para describir a cámaras voladoras le debe más al ímpetu de macho del mundo del periodismo para adoptar una palabra que suene militar que a una correcta descripción de la tecnología.
Ciertamente no es el único ejemplo de ese tipo de lenguaje adoptado y adaptado del lenguaje militar – los fotógrafos les disparan a las personas, ¿no es así? Historias que no se pueden publicar se eliminan o se dañan, a los camarógrafos entrenados se les exhorta a matar a sus bebés. Por ultimo, un vehículo aéreo no tripulado (UAV por su nombre en inglés) no suena igual cuando se trata de titulares y fragmentos, y la etiqueta de periodismo de drone seguramente continuará y se hará cada vez más común y corriente a medida que la práctica se desarrolle.
Ya estamos viendo que el uso de drones está proliferando en toda una variedad de historias – desde increíbles imágenes de la inmensidad del mundo natural a investigaciones que no se podrían contar con cámaras convencionales, a vistas de lo inaccesible justo debajo de nuestras narices.
Durante marzo, por ejemplo, a la BBC se le autorizó volar una cámara controlada remotamente a lo largo de los túneles de Crossrail, el gigantesco proyecto de construcción que con el tiempo verá trenes entrecruzando Londres y el sudeste en una flamante nueva línea férrea.
En Kenia, las cámaras pudieron pasar de estar cerca de la vida silvestre filmada acá entre Amboseli y el Mara. Hasta los periódicos locales están empezando a usarlas, como demuestra con efecto dramático esta cobertura del Manchester Evening News de un incendio en el hogar de perros de la ciudad.
Uno de los que está a la vanguardia de esta manera emergente de contar historias es Paul Egglestone. Es un exproductor de television que ahora dirige el Media Innovation Studio en la Universidad de Central Lancashire (UCLan) en Preston y está realizando un módulo de aprendizaje para capacitar a los futuros periodistas de drones.
El modulo, el primero de su tipo en el Reino Unido, incluirá a una organización externa autorizada para ocuparse de los requisitos para licencia de piloto de los estudiantes.
Las reglas actuales para el Reino Unido implican que se necesita una licencia de una Autoridad de Aviación Civil (CAA) para operar un drone – pero se espera que este requisito se modifique cuando la autoridad se vea cada vez más inundada de solicitudes a medida que el precio de la tecnología disminuya.
La normativa vigente – tanto legislación como decisiones de la corte – no es la más adecuada para enfrentar este tipo de vigilancia constante que es posible por los drones.
En Estados Unidos, el periodista Matt Waite escribe sobre asuntos relacionados al uso de drones, y en un reciente boletín instó a los periodistas a responder al cambio de reglas propuesto que ya ha visto a varios miles de personas movilizarse contra el endurecimiento de las reglas. Las personas tuvieron hasta el 24 de abril para registrar comentarios para la Administración Federal de Aviación (FAA) sobre el anuncio de modificación de la norma (NPRM) referida a drones y Waite advirtió a periodistas en otros países que estén alertas: “Si no se han dado cuenta, creo que los periodistas en Estados Unidos deberían estar haciendo esto. Para quienes están fuera de Estados Unidos, sigan esto de cerca, porque las autoridades de aviación civil en todo el mundo se copian entre ellas. Y estén alertas sobre lo que su propia autoridad de aviación civil está haciendo”.
Pero Egglestone deduce que no es probable que haya más regulaciones. “La Autoridad de Aviación Civil está recibiendo demasiadas solicitudes del público. Es probable que se aproximen a que las personas se organicen entre ellas cuando se trate de volar por debajo de 400 pies (unos 120 metros).
“Este es un ambiente muy dinámico, legalmente, y con los propios drones haciéndose más resistentes y estables, en ese camino, es probable que las reglas y restricciones se flexibilicen más”.
Los estudiantes de UCLan están recibiendo capacitación que abarca los aspectos técnicos de operar el equipo al igual que la ética periodística de su uso.
Las reglas son estrictas – el operario de un drone debe mantener su máquina en su línea de visibilidad y dentro de 1.5km cuando se mide horizontalmente, deben mantenerla por debajo de los 400 pies y no pueden manejar varios drones. Deben usar ropa que sea muy visible y delimitar el área de vuelo con conos. También está toda la documentación, incluido un cuaderno de bitácora con todos los vuelos emprendidos.
James Boyers, piloto calificado de la agencia creativa de Bolton Portfolio Design, dice que los requisitos para la licencia son similares a los que realicen los pilotos de aeronaves tripuladas. También anota el creciente interés en el uso de drones – cuando él empezó a volar, había tal vez unos cuantos pilotos en el Reino Unido. Se cree que ahora hay al menos 450.
“Empecé hace cinco años, como un hobby más que nada. En ese tiempo, solamente funcionaban cámaras pequeñas que no eran suficientemente buenas para hacer trabajo comercial, pero en los últimos tres años eso ha cambiado completamente. Debes poder interpretar mapas náuticos y patrones de clima. Hay cursos en escuelas de tierra y mucho trabajo de aula que se debe hacer”.
La aptitud técnica es, por supuesto, solamente una parte de la ecuación cuando se trata de consideraciones periodísticas. Como escribió KK en el ejemplar de The Economist del 19 de marzo, la normativa vigente – tanto legislación como decisiones de la corte – no es la más adecuada para enfrentar este tipo de vigilancia constante que es posible por los drones.
“Esto es porque la ley de privacidad está adaptada a cuestiones de si se está en público – un campo abierto – o en un espacio donde nadie tiene una ‘expectativa razonable de privacidad’. Complicando las cosas, no hay una línea clara entre vigilancia esporádica – una foto – y vigilancia constante, aunque los efectos son profundamente diferentes”.
“La ética es siempre una discusión y debate interesante en clase”, dice Egglestone, “pues empezamos a preguntar sobre las diferencias entre usar un drone para tomar una vista aérea de algo contra usar una escalera y un lente largo. Todos hemos visto esas tomas donde vemos festivales, por ejemplo – en su mayoría son ilegales tal como están las cosas”.
Es un buen argumento. La nueva tecnología no necesariamente ha planteado nuevos dilemas éticos, aunque ha llevado los existentes a un enfoque más agudo, con muchas más reiteraciones de las reglas y casos legales para establecer jurisprudencia indudablemente en el horizonte. ¿Los problemas futuros que surjan con los legisladores harán distinciones entre el uso de tecnología para el periodismo en interés del público, en oposición a las agencias del gobierno y autoridades como fuerzas policiales, por ejemplo?
Cuando se trata de equipar a la próxima generación de periodistas, Egglestone considera que el uso de los drones permanece como un área especializada, aunque con un interés creciente.
“Es otra herramienta de la caja. No creo que nos estemos acercando al tiempo en que todos tengan un drone solamente por si acaso, pero ciertamente habrá equipos de camarógrafos especializados que adquieran un drone para su propio uso”.
Sarah Hartley es editora y cofundadora de Contributoria.com.