A pesar de las amenazas, los acosos y el encarcelamiento, la periodista bielorrusa Iryna Khalip sigue siendo una crítica abierta del "último dictador" de Europa.
Pensar no está permitido. Si [tu] olvidas esto, los policías antidisturbios orientados a la seguridad te le recordarán rápidamente.
Para los defensores de los derechos humanos, el asesinato en 2006 de la periodista rusa Anna Politikovskaya ocupa un lugar emblemático en la larga historia de los ataques de Rusia contra la libertad de expresión. Pero para aquellos que quieren silenciar a los periodistas inquisitivos -especialmente a las mujeres periodistas- el nombre «Anna Politikovskaya» es usado como una siniestra abreviatura para «mantén la boca cerrada».
La galardonada periodista bielorrusa, Iryna Khalip, lo sabe de primera mano. «Hace algunos años estaba investigando la relación entre el presidente Lukashenko, la KGB bielorrusa y el [fallecido] magnate ruso Boris Berezovsky», relató en una entrevista de 2014. «Un artículo fue escrito y enviado a mi oficina de Moscú. Diez minutos más tarde recibí una carta diciendo: ‘Usted encontrará el mismo destino que Anna Politikovskaya.’ Politikovskaya era mi colega de Novaya Gazeta…. Al día siguiente me llamaron de un número desconocido diciendo, ‘Estás avisada. Te mataremos mañana, perra.'»
Khalip es periodista desde hace más de veinte años. Por su trabajo exponiendo y denunciando la corrupción política, recibió el Premio al Coraje en Periodismo 2009. Pero sus informes también le han valido amenazas de muerte, intimidaciones, interrogatorios durante toda la noche y palizas a manos de la policía y de la KGB bielorrusa.
El primer encuentro personal de Khalip con la brutalidad de los servicios de seguridad de Bielorrusia se produjo en 1997, cuando estaba cubriendo una protesta contra la propuesta de unificación del país con Rusia. Aunque los manifestantes eran pacíficos, la policía no lo era. Khalip fue golpeada, tirada al suelo y arrastrada del pelo por la calle. Su padre, un anciano documentalista que también estaba cubriendo la manifestación, fue golpeado hasta que quedó inconsciente. Como era de esperar, la experiencia la dejó traumatizada.
A menudo, se habala de Bielorrusia como la última dictadura de Europa. El presidente Alexander Lukashenko se ha mantenido en el poder desde 1994, por una combinación de represión violenta y elecciones corruptas. La prensa está controlada, las actividades políticas y religiosas están estrictamente reguladas y los disidentes son encarcelados y torturados. El régimen de Lukashenko ha sido condenado en múltiples oportunidades por la Unión Europea por sus abusos contra los derechos humanos, excluido del Consejo de Europa y criticado en 2016 por el Relator Especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Bielorrusia por su «hostigamiento sistemático de los que intentaron practicar sus derechos individuales, civiles, políticos y otros.»
La experiencia más traumática de la carrera de Khalip se produjo en 2010, cuando el régimen bielorruso intensificó su represión contra las voces de la oposición. El 19 de diciembre de ese año, mientras estaba dando una entrevista a una emisora de radio rusa, Khalip fue golpeada por la policía y arrestada. Ella había estado informando sobre una manifestación anti-Lukashenko en la que la policía terminó usando bastones y granadas para aturdir. Khalip fue una de las aproximadamente 600 personas detenidas. Su esposo, el candidato presidencial de la oposición Andrei Sannikov, también fue golpeado y arrestado. Ambos fueron llevados a un centro de detención de la KGB.
Después de su arresto, Khalip fue puesta en aislamiento, se le negaron visitas y tratamiento médico. Su casa fue saqueada por agentes de la KGB que también atacaron a su madre y a su hijo de tres años, obligándolos a someterse a pruebas para detectar enfermedades de transmisión sexual.
Khalip fue falsamente acusada de «organizar desorden masivo» y quedó bajo arresto domiciliario estricto durante cinco meses mientras aguardaba el juicio. «Trata de imaginar una habitación conmigo», dijo ella en 2014, «mi hijo pequeño y dos agentes de la KGB que nos vigilan las 24 horas del día. No se me permite trabajar, escribir cartas [o] tener contacto con el mundo exterior.» A Khalip sólo se le permitieron visitas estrictamente reguladas de su madre y se le prohibió mirar por las ventanas. «Los [oficiales de la KGB] me seguían por todas partes», dijo. «Ellos venían a mi habitación todas las noches sólo para asegurarse de que todavía estaba allí.»
El 16 de mayo de 2011, Khalip fue condenada por los cargos en su contra y se le dio una sentencia suspendida de dos años de prisión. Su condena proporcionó una especie de alivio irónico ya que la liberó de las restricciones del arresto domiciliario. Su esposo fue condenado por los mismos cargos y le fue dada una sentencia de cinco años de prisión. Fue perdonado y puesto en libertad en abril de 2012.
Desde la expiración de su sentencia en julio de 2013, Khalip ha continuado con su incesante crítica del gobierno de Lukashenko. Su enojo por los intentos de Bielorrusia de «modernizar» su imagen pública sin abordar nada de la corrupción en el corazón del régimen es palpable en un artículo de 2016 que escribió para Charter97. Khalip no permitirá que la verdad sea aerografiada:
«Todavía no puedo entender este flujo interminable de palabras de miel derramadas por las redes sociales e incluso algunos medios de comunicación: ‘¡Minsk es una ciudad europea! ¡Bielorrusia es Europa! Podemos beber y bailar legalmente aquí, el DJ está en el balcón – es Europa, ¡las muchachas borrachas se asoman de un coche!’… ¿No recuerdan estas personas cultas que no hay libertad en un gueto?… No hay valores europeos en la dictadura… Las reglas son [simples] para todos: siéntense y no interfiera. Alcohol los viernes, música los sábados, sexo los domingos, la ejecución los lunes; pensar no está permitido. Si [tu] olvidas esto, los policías antidisturbios orientados a la seguridad te le recordarán rápidamente.»
Existen claros paralelos entre los horrendos eventos de 2010 y la violenta represión estatal de las protestas contra Lukashenko que comenzaron en el verano de 2020. El análisis de Khalip de estos eventos ha sido muy codiciado y ella ha expresado su voz al pedir la liberación de todos los presos políticos y la imposición de sanciones internacionales al régimen bielorruso.
Su actitud es el de un optimismo desafiante. En un artículo de septiembre de 2020, en el que se refirió a los miles de manifestantes pacíficos anti-Lukashenko como «soldados», describió la experiencia de la resistencia de la siguiente manera:
“Ha sido el verano más duro de nuestras vidas. Ha sido el verano más hermoso de nuestras vidas. Ahora el mundo entero está orando y preocupándose por nosotros. Y en el fondo nos tiene un poco de envidia: ningún otro país del mundo ha tenido un verano tan maravilloso.”
La actual represión contra la prensa independiente de Bielorrusia no ha disuadido a Khalip en su trabajo como corresponsal en Minsk del periódico independiente ruso Novaya Gazeta. Tampoco ha frenado su estilo franco, como lo demuestra un artículo de octubre de 2021 sobre el flagrante mal manejo de las autoridades de la pandemia de COVID-19, debido, escribe, a «su cinismo, insolencia y brutlidad».
Ilustración de Florian Nicolle