La periodista y activista de los derechos humanos Oksana Chelysheva ha desafiado amenazas de muerte y persecución para hacer campaña en favor de la paz y la justicia en el mundo de habla rusa.
Lo que antes eran formas extrajudiciales de hacer frente a las voces críticas ahora se han convertido en leyes.
El 1 de septiembre de 2004, un grupo de separatistas chechenos irrumpió en la Escuela Media Nº 1 de Beslán, una pequeña ciudad en Osetia del Norte, Rusia. Tomaron de rehenes a aproximadamente 1.100 personas. La crisis duró tres días y terminó con un final brutal por parte de las fuerzas de seguridad rusas que asaltaron la escuela usando tanques, cohetes incendiarios y otras armas para el campo de batalla. Fue un baño de sangre: más de 330 personas murieron, incluyendo aproximadamente 187 niños. La «furia hacia las autoridades» por parte de los padres en duelo por las imprudentes tácticas usadas, se vió agravada por la investigación oficial posterior, profundamente defectuosa, que dejó un sinfín de controversias sin examinar. Y – con la naturaleza de la justicia rusa que funciona al revés – las madres en duelo que acusaron a las autoridades de compartir la responsabilidad del desastre fueron detenidas o sometidas a juicio.
Beslán cambió la vida de todos los rusos; no sólo por el dolor que causó a nivel nacional, sino porque el presidente Putin explotó la tragedia para consolidar el poder presidencial, introduciendo leyes que empujaron aún más a Rusia en el camino del autoritarismo.
Para la periodista Oksana Chelysheva, la tragedia tuvo un impacto muy específico: la transformó de ser una periodista a ser una periodista-activista. «Si no hubiera hecho algo para salvar a los rehenes», dijo en una entrevista de 2012, «hubiera dejado mi trabajo como periodista, porque no hubiese podido dormir tranquila sabiendo que había una posibilidad de salvar a estas personas.» Durante el enfrentamiento entre los secuestradores y las autoridades, Chelysheva intentó mediar en las conversaciones de paz, entrevistando a líderes separatistas chechenos (que no estaban involucrados en la toma de rehenes) y publicando sus condenas al terrorismo. Pero fue en vano: las autoridades rusas no buscaban negociar.
Beslán fue una de las muchas atrocidades que tuvieron lugar durante la segunda guerra de Chechenia (1999-2009): un informe de Amnistía Internacional citó el bombardeo indiscriminado de civiles por parte de las fuerzas rusas, y cientos de ejecuciones extrajudiciales por parte de ambos bandos, los rusos y los separatistas chechenos. Más de 50 fosas comunes han sido descubiertas.
Los periodistas rusos que se atrevieron a informar con precisión lo que estaba ocurriendo en Chechenia se ganaron la ira de las autoridades y sus secuaces; la amiga de Chelysheva y colega periodista, Anna Politkovskaya, pagó el precio más alto por la exposición de la guerra sucia en Rusia. Chelysheva también se valió enemigos en las altas esferas, y su enfoque imparcial en el conflicto (por el que recibió el Premio de Periodismo Bajo Amenaza de Amnistía Internacional), y su feroz crítica de Putin, no quedaron impunes: en 2007, las autoridades rusas cerraron la Sociedad de Amistad Ruso-Chechena (RCFS), una organización de periodismo independiente de la cual Chelysheva era vicepresidente y en 2012, las autoridades trataron de prohibir un libro sobre violaciones de los derechos humanos del conflicto del que Chelysheva era coautora, acusándola de «extremismo». Pero lo más inquietante de todo fueron las amenazas de muerte.
Chelysheva comenzó a recibir amenazas de muerte cuando trabajaba en RCFS, y han continuado desde entonces. Es una persona decidida, valiente, por lo que al principio no les otorgó mayor importancia a las llamadas telefónicas, considerándolas gajes del oficio. Pero a medida que la atmósfera en la Rusia de Putin se volvió cada vez más intolerante y nacionalista (alimentada en parte por una serie de nuevas leyes draconianas para poner freno a la libertad de expresión), comenzó a tomar las amenazas más en serio. A veces la seguían y, en 2013, apareció una página de Facebook llamada ‘La caza de Oksana Chelysheva’, en la que se publicaron numerosas amenazas de muerte, y, lo que es más escalofriante aún, los intentos de localizarla. Temiendo por su vida, Chelysheva huyó de Rusia.
Sin embargo, continuó su trabajo. En 2012, una protesta anti-Putin que reunió a miles de personas en la plaza Bolotnaya de Moscú estalló violentamente cuando decenas de manifestantes se enfrentaron con la policía. Las autoridades rusas reaccionaron fuertemente: se calcula que hubo 400 detenciones y varias condenas dudosas; uno de los líderes de la protesta fue condenado a un tratamiento psiquiátrico forzoso, al mejor estilo de la Unión Soviética. Muchos de los activistas pacíficos huyeron a Kiev, perseguidos por la FSB rusa. Algunos de ellos fueron arrastrados fuera de las calles de Kiev por agentes rusos que operaban en la entonces Ucrania pro-Rusia; a los otros que lograron escapar hacia otros países (a menudo sin dinero) Chelysheva les proporcionó apoyo moral, asesoramiento y asistencia financiera.
En 2014, el instinto periodístico y el espíritu humanitario de Chelysheva fueron llamados a la acción una vez más. Después de la caída del presidente de Ucrania, Yanukovich y la anexión de Crimea a Rusia, el conflicto estalló en el este de Ucrania. Chelysheva viajó a la región de Donbass, donde fue una de las pocos periodistas independientes que informó sobre las atrocidades cometidas por ambos bandos, los pro-Kiev y las fuerzas pro-rusas. Allí – como era de esperar – se encontró en una situación que ya le era familiar: «Me vi involucrada de forma inesperada en conversaciones con algunos líderes de las milicias sobre la liberación de los prisioneros de guerra.»
Cuando Rusia invadió Ucrania nuevamente en febrero de 2022, Chelysheva, a través de su página de Facebook, comenzó a registrar los detalles de los ataques y las víctimas, y facilitó la transferencia de asistencia financiera a las víctimas. Ha sido muy crítica con la forma en que la guerra de Rusia contra Ucrania, que ha descrito como “la mayor tragedia para Europa desde la Segunda Guerra Mundial”, ha sido cubierta por los medios rusos, ucranianos y occidentales, especialmente en lo que respecta a la verificación de información. “Tengo cuidado con todo lo que publico”, dijo en una entrevista de 2022 con la Universidad de Barcelona, “aunque sea en mi página de Facebook, porque sé que puede influenciar a las personas que están allí, o puede tener un impacto sobre la situación”.
Chelysheva recibió el Premio 2014 Oxfam Novib / PEN Internacional de libertad de expresión. Vive exiliada en Finlandia.
Ilustración de Florian Nicolle