Los libros de la periodista Svetlana Alexiévich, ganadora del Premio Nobel, dan voz a personas, sobre todo mujeres, que han vivido la guerra y las secuelas del desastre nuclear de Chernóbil.
En su prefacio a Mi historia, las memorias del disidente bielorruso Andréi Sannikov, Svetlana Alexiévich escribe: Los ingenuos heraldos de la perestroika entendemos ahora que el camino a la libertad es largo, que todos necesitamos tanto coraje como durante los días del comunismo - o tal vez incluso más, pues quienes están en el poder hoy están más preocupados en su prosperidad que en las ideas.
El 8 de octubre de 2015, Svetlana Alexiévich fue designada ganadora del Premio Nobel de Literatura por su trabajo descrito como ‘un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo’. Fue la primera periodista en ganar el premio. Sus libros le dan voz a personas, sobre todo mujeres, que han vivido la guerra y las secuelas del desastre nuclear de Chernóbil.
Alexiévich empezó su carrera como periodista luego de dejar la universidad a mediados de los años 70. Hacia mediados de los años 80, había desarrollado su propio estilo de reportaje, que dejaba al entrevistado todo lo que se tenía que decir. Su libro, La guerra no tiene rostro femenino, una historia oral de mujeres bielorrusas que lucharon en la Segunda Guerra Mundial, ofrece una nueva percepción de la experiencia cotidiana de guerra en personas comunes y corrientes. Su estremecedora narrativa alterna a las pomposas celebraciones oficiales por los 40 años de la victoria soviética sobre la Alemania nazi –que se llevaron a cabo en 1985, cuando se publicó el libro– tocó una fibra sensible de los lectores. El libro vendió más de dos millones de copias.
En Los chicos del zinc, publicado en 1989, Alexiévich vuelve a dejar que sus entrevistados hablen por sí mismos. Por momentos, las historias contadas por madres, familias y amigos de soldados rusos enviados a luchar en la guerra en Afganistán solamente para que sus cadáveres regresaran en ataúdes se tornan difíciles de leer.
Luego –una década después de la explosión que destruyó el reactor nuclear de Chernóbil en 1986– llegó el libro de Alexiévich, Voces de Chernóbil: Historia oral de un desastre nuclear. Publicado en 1997, el libro se basó en sus entrevistas a más de 500 personas. Una vez más, usando testimonios personales, registró la catástrofe a través de quienes la experimentaron directamente: habitantes obligados a huir, equipos de emergencia mal preparados enviados a limpiar y reparar el reactor malogrado, doctores, políticos y entre otros.
En lugar de que su trabajo sea celebrado, Alexiévich fue denunciada por las autoridades bielorrusas por ‘antipatriótica’, y en 1992 se inició un juicio contra Los chicos del zinc por empañar los recuerdos de los que lucharon en Afganistán. El caso fue desestimado en 1994. A la larga, Alexiévich no pudo seguir en Bielorrusia. Se fue en 2000, y pasó tiempo en Berlín y París, y también en Gotemburgo como invitada del programa Ciudades Internacionales de Red de Refugiados. Regresó a Bielorrusia en 2011.
El presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko no pudo ignorar que el Premio Nobel haya sido concedido por primera vez a un escritor bielorruso. En una conferencia de prensa pocas horas después del anuncio, hizo un reconocimiento poco entusiasta, diciendo que estaba ‘honestamente feliz’ por la noticia, y agregó: ‘Realmente espero que su premio sea útil a nuestro estado y al pueblo de Bielorrusia’. Como señala Deutsche Welle, el premio llegó en un momento incómodo para Lukashenko, que buscaba su quinto mandato en las elecciones que se llevaron a cabo tres días después. Inevitablemente, obtuvo una aplastante victoria, en medio de preocupaciones por deficiencias en la manera en que se llevaron a cabo las elecciones, como ha ocurrido en todas las elecciones desde que Lukashenko asumió el cargo por primera vez en 1994.
En 2011, Alexiévich dijo al blog The Dissident Blog del Centro PEN de Suecia sobre los factores históricos detrás de la permanencia en el poder por parte de Lukashenko. «El pueblo no entiende qué es eso que se llama Libertad… Sus vidas empiezan en el terror stalinista, y después hubo siete años más de terror después de la Segunda Guerra Mundial. Las necesidades básicas eran siempre escasas. Y entonces llegó Chernóbil. Estas son las cosas que hacen nuestra vida. No conocen otra cosa».
A veces, Alexievich sigue recibiendo amenazas por su trabajo. En agosto de 2018, se vio obligada a cancelar su participación en una reunión con lectores en Odessa, Ucrania. Tenía previsto participar en un evento literario en el Teatro Verde de la ciudad, cuando se supo que un sitio web nacionalista ucraniano, Myrotvorets, había agregado su nombre a una lista de «enemigos de Ucrania». El sitio web la acusó de «propagar la discordia interétnica y manipular información importante para la sociedad» en un discurso que pronunció en Nueva York en 2016. Alexievich desestimó las afirmaciones como «totalmente inverosímiles», pero decidió que era más seguro no participar de la reunión, la cual el teatro decidió cancelar por completo.
En el verano de 2020, en medio de la brutal represión de las protestas masivas que asolaron Bielorrusia tras una elección presidencial arreglada, Alexievich se encontró en el centro del escenario cuando la atención internacional se centró en su tierra natal. Al ser uno de los miembros más conocidos del Consejo de Coordinación (un grupo creado por la oposición para facilitar una transición política en el país y convocar nuevas elecciones presidenciales libres), rápidamente fue objeto de interrogatorios por parte del régimen.
A principios de septiembre de 2020, todos los miembros del Consejo, excepto Alexievich, habían huido al exilio bajo la presión de las autoridades o habían sido encarcelados. Pero pronto, la libertad de Alexievich se vio amenazada. El 9 de septiembre, alertó a la prensa de que «hombres con máscaras negras» (similares a los que habían estado sacando a los manifestantes de la oposición de las calles) estaban intentando entrar en su apartamento de Minsk. Diplomáticos de al menos siete países, incluidos la República Checa, Suecia, Eslovaquia, Alemania y Polonia, respondieron a su llamada y corrieron a su casa para quedarse con ella en un acto de solidaridad. Los hombres enmascarados se marcharon.
A finales de septiembre, Alexievich salió de Bielorrusia para recibir tratamiento médico en Berlín y afirmó que volvería cuando su salud mejorara.
Ilustración de Florian Nicolle