Yara Sallam pertenece a la generación de jóvenes egipcios que fueron centrales en el movimiento pro-democracia que entró en erupción en 2011, y que han visto cómo los éxitos que habían conseguido ya se han ido erosionando. Pasó más de un año en prisión bajo la ley draconiana de protesta - una ley que se utiliza para restringir la actividad y encarcelar a los activistas como ella. Ella había estado investigando dicha ley cuando fue detenida.
En una entrada de blog de julio 2013, Yara Sallam escribió: ¿Qué tipo de fuerza le impregnamos a un movimiento si se basa en la desesperación y la impotencia? Mi vida, si puede tener algún significado o incluso si llega a ser recordada, quiero que sea una de esperanza, risa, alegría, pasión y amor por la misma. Mi revolución es lo mismo.
Desde febrero de 2011, Egipto fue testigo del movimiento pro-democracia que forzó la renuncia del presidente Hosni Mubarak, y luego de las elecciones parlamentarias que llevaron a los Hermanos Musulmanes al poder con la elección como presidente de su líder, Mohamed Morsi. Morsi fue derrocado en junio de 2013 por su ex ministro de Defensa, Abdel Fattah Elsisi, y posteriormente condenado a muerte. Bajo el gobierno de el-Sisi, cientos de sus oponentes políticos han sido encarcelados y más de 700 partidarios de Morsi recibieron la pena de muerte. No ha habido ninguna responsabilidad por la muerte de más de 1.000 civiles que protestaron contra su elección. Cada vez hay más presión sobre las ONG con la introducción de leyes estrictas que exigen que sean registradas bajo precisas condiciones, las cuales llevaron a algunas a cerrar y a otras a recortar sus actividades.
Bajo esta nube, la disidencia sigue siendo fuerte pero tiene un precio alto. El 21 de junio de 2014, varios cientos de personas se reunieron en El Cairo para el Día Internacional de Solidaridad con los Detenidos Egipcios, con el fin de manifestar contra la Ley de protesta que da al gobierno el poder de prohibir manifestaciones, proporcionando penas de prisión de hasta cinco años para las personas que «llaman a perturbar los intereses públicos». Los manifestantes se dirigieron hacia el palacio Ittihadiya que alberga las oficinas presidenciales. Allí los esperaba la policía disparando gases lacrimógenos y matones progubernamentales que los golpearon con palos y botellas de vidrio. Sallam no estaba entre los manifestantes pero estaba cerca, comprando una botella de agua, cuando fue capturada por la policía y fue detenida junto con otras 23 personas. En octubre de 2014, el grupo, incluyendo Sallam, fue condenado a tres años de prisión, reducidos a dos años en apelación en diciembre de ese año. Los abogados argumentaron que no había pruebas de que los acusados habían utilizado la violencia, y el hecho de acusar a Sallam, que ni siquiera había estado en la manifestación, fue doblemente injusto. Ella fue una de los 100 presos políticos liberados en virtud de un indulto presidencial el 21 de octubre de 2015, después de 15 meses de prisión.
Sallam se aventuró en el reino del activismo de derechos humanos a una temprana edad. En su adolescencia fue miembro del Al-Nosoor al-Sagheera (los hijos del águila), que reunía a los jóvenes para discutir y participar en los derechos humanos, en particular los derechos de los niños. Fue a estudiar derecho y consiguió dos títulos, uno de la Universidad de El Cairo y el otro de la Sorbona de París, y luego obtuvo una Maestría en Derechos Humanos Internacionales de la Universidad de Notre Dame, en EE.UU.. Cuando el movimiento democrático estalló en 2011, se encontraba en Gambia trabajando como asistente legal en la Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos. Regresó a Egipto, y se arrojó en el movimiento democrático, uniéndose a la organización de derechos humanos, Nazra, para establecer su programa de defensores de los derechos humanos de las mujeres. Trabajó para las mujeres que habían sido detenidas, torturadas y abusadas sexualmente durante las manifestaciones, proporcionando ayuda legal, asegurándose de que sus familias sabían dónde se encontraban, de que recibían atención médica, y estando presente en los interrogatorios. El trabajo de Sallam le valió el Premio Defensor de los Derechos Humanos de África en 2013. En un video sobre su premio, Sallam dice: Yo, al igual que ustedes [hombres], tengo derecho a estar en el espacio público. Tengo derecho de estar segura. Tengo derecho de ser igual a cualquier otra persona. Y que mi género no sea usado en mi contra.
En 2013, Sallam se volvió a unir a la Iniciativa Egipcia para los Derechos Personales (EIPR) para quienes había trabajado hacía algunos años sobre la discriminación de las minorías religiosas. Como su Oficial de Justicia Transicional, Sallam documentó las restricciones y los ataques a las manifestaciones contra el gobierno en virtud de la Ley de protesta, hasta que ella misma se convirtió en víctima de dicha ley.
En una publicación de blog de octubre 2017, Sallam escribió un informe condenatorio de la pena de muerte basado en su propia experiencia en la sala militar donde podía escuchar los gritos de las mujeres en al-Makhsous (el pabellón de la pena de muerte, makhsous significa ‘especia’). Escribió que «cuando fui liberada 15 meses después, todas las mujeres de al-Majhous habían sido ahorcadas, y la sala se había llenado nuevamente. El actual presidente no ama la vida.»
Continuando con su trabajo como investigadora sobre temas de justicia transicional en EIPR, Sallam también se ha convertido en una feroz defensora de los problemas de salud mental, escribiendo narrativas personales sobre el tema en su blog y creando una plataforma que documenta las experiencias personales de las feministas que trabajan en el campo de los derechos humanos. En 2020, Sallam publicó Even the Finest of Warriors (Incluso la mejor de las guerreras), una recopilación de sus escritos sobre la tensión física y mental que enfrentan las defensoras de derechos humanos cuando trabajan en entornos represivos en la región MENA.
Ilustración de Florian Nicolle