El 2 de noviembre se conmemora el Día Internacional de las Naciones Unidas para poner fin a la impunidad de los crímenes contra periodistas. La campaña de IFEX #NoMasImpunidad comparte las historias de Jineth Bedoya Lima de Colombia, Musa Saidykhan de Gambia y Shan Dahar de Pakistán: tres caras de la impunidad, tres culturas de la impunidad y tres caminos hacia la justicia.
Nos hablan de cosas que algunos preferirían mantener en las sombras. A través de ellos, aprendemos sobre carteles de la droga que aterrorizan a las comunidades, sobre las acciones codiciosas e imprudentes de las multinacionales que dañan nuestra tierra y nuestra agua. Nos informan sobre la explotación de las comunidades indígenas. Destapan la corrupción. Nos dicen quién nos está mintiendo – y lo demuestran. Y no menos importante, nos inspiran con las historias de los valientes en primera línea del frente, que defienden lo que es correcto.
Son periodistas, y durante la última década, 827 de ellos – periodistas independientes de medios impresos y en línea, periodistas ciudadanos y de radiodifusión – han sido violentamente silenciados por su trabajo. De esos casos que han sido investigados, incluso nominalmente, menos de uno de cada diez ha sido resuelto. La rendición de cuentas por parte de los poderosos autores intelectuales es aún más rara.
Esto no es simplemente la ausencia de justicia. Es una estrategia activa, referida como «censura mediante el asesinato», y nosotros en IFEX hemos visto cómo el efecto dominó de la misma se extiende a través de toda una comunidad, incluso un país, cuando estos delitos quedan impunes.
El 2 de noviembre marca el Día Internacional de las Naciones Unidas para poner fin a la impunidad de los crímenes contra periodistas. Cualquier forma de impunidad promueve el caos. La impunidad de los ataques dirigidos a silenciar a periodistas y otras voces críticas va aún más allá. Es un ataque contra el derecho universal a la libertad de expresión y de información – fundamental para la defensa de todos los demás derechos.
IFEX es una red global de más de 100 organizaciones que defienden y promueven la libertad de expresión e información. Llamamos la atención sobre esta omnipresente cultura de la impunidad a través de nuestra campaña No Más Impunidad.
En esta campaña, que funciona durante todo el año, compartimos las historias de personas que han sido blanco de ataques, y las consecuencias muy reales para las mismas, sus familias, amigos, colegas y comunidades. Conectamos estos casos individuales a más amplias implicaciones para la libertad de expresión y otros derechos humanos. Y colaboramos con otras organizaciones para resolver los casos individuales y para presionar a los gobiernos para que se pongan firmes y acaben con la cultura de la impunidad en sus países.
En este Día Mundial contra la impunidad de los crímenes contra periodistas, compartimos tres caras de la impunidad, tres culturas de la impunidad, y tres versiones de lo que significa la justicia.
Tres caras de la impunidad
El caso de Jineth Bedoya
El 25 de mayo de 2000, Jineth Bedoya estaba trabajando como periodista para El Espectador. Iba camino a entrevistar fuentes para una historia sobre ventas ilegales de armas entre paramilitares y oficiales del Estado colombiano en una prisión de máxima seguridad cerca de Bogotá. Nunca llegó a entrar a la prisión. Jineth fue emboscada afuera, secuestrada, torturada y agredida sexualmente, y dada por muerta. Sus atacantes dieron a conocer que el ataque había sido un «mensaje a la prensa».
Jineth sobrevivió al ataque, pero se mantuvo en silencio sobre el incidente durante casi nueve años – nueve años, durante los cuales sus atacantes permanecieron libres. En una muestra de coraje casi inconcebible, continuó trabajando, informando sobre el conflicto armado y los derechos humanos en Colombia. Cuando decidió romper el silencio, Jineth recuerda que, «tener que seguir escribiendo acerca de historias que eran mi propia historia me hizo darme cuenta de que tenía que hablar.»
Y así comenzó una tenaz lucha en búsqueda de justicia; no sólo para ella, sino por los derechos de todas las mujeres que han sido víctimas de violencia sexual en Colombia. De acuerdo con Jineth, se convirtió en «no sólo la historia de una periodista o de una mujer, sino también la historia de cientos de periodistas y millones de mujeres».
Este año, dieciséis años después del ataque, dos de los tres autores identificados fueron condenados. Es un hito importante en el caso de Jineth, pero también es un ejemplo de lo difícil que es luchar contra la impunidad.
Fueron años de incansables esfuerzos de promoción por parte de Jineth, del miembro de IFEX con sede en Colombia la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), así como de una serie de otros aliados de la sociedad civil y de los medios de comunicación. Los años de persistentes llamados para la rendición de cuentas y batallas legales continuas en los tribunales de Colombia y en el sistema interamericano de derechos humanos, tuvieron un pesado costo emocional e implicaron comprometer incontables horas y recursos. Sin este tipo de trabajo, el caso de Jineth probablemente hubiera seguido siendo una estadística más de impunidad.
El caso de Musa Saidykhan
El presidente Yaya Jammeh ha presidido Gambia, el país del oeste africano, durante 22 años, desde que llegó al poder por un golpe militar. Su gobierno se caracterizó por el encarcelamiento, la tortura, la ejecución extrajudicial y la desaparición forzada de ciudadanos y periodistas. Musa Saidykhan es uno de estos periodistas.
El 28 de marzo de 2006, Musa fue detenido en el periódico The Independent durante una ofensiva contra los medios de comunicación en el período previo a las elecciones nacionales. Pasó tres semanas en prisión, soportando una tortura brutal, incluyendo el ser apuñalado por una bayoneta y recibir descargas eléctricas en los genitales.
Musa tiene cicatrices físicas dejadas por los agentes de la notoria Agencia Nacional de Inteligencia de Gambia. Después de que uno de sus hijos viera sus marcas y le preguntara qué había causado las heridas, Musa explicó, «No podía mentirle. Le dije que yo había sido víctima de tortura … estaba tan frustrado y enojado … y era demasiado difícil para mí». Las cicatrices ocultas han seguido acosando a Musa y su familia, incluso después de que encontraran refugio en los Estados Unidos.
Teniendo en cuenta la realidad de impunidad sistémica frente a este tipo de ataques en Gambia, Musa buscó al miembro de IFEX la Fundación de Medios para África Occidental (MFWA) para que llevara su caso ante el sistema judicial regional de África Occidental, también conocido como el Tribunal de Justicia de la Comunidad CEDEAO. En cierto sentido, fue un éxito. El tribunal falló en contra de Gambia, y ordenó que se pagaran reparaciones a Musa Saidykhan. Sin embargo, cinco años más tarde, Gambia aún debe cumplir con la sentencia, ya la presión para que lo haga sigue en curso.
La lucha contra la impunidad no termina necesariamente con un fallo de la corte; A veces, sólo es el principio.
El caso de Shan Dahar
El más reciente de estos casos implica un evento que tuvo lugar en el distrito de Larkana de la provincia paquistaní de Sindh, el 1 de enero de 2014. En el medio de la noche, Shan Dahar, un periodista de televisión de Abb Takk TV, fue baleado. Luego de ser llevado a un hospital local y esperar nueve horas sin recibir la atención médica que necesitaba, Shan Dahar murió.
La historia oficial fue que lo mataron por una bala perdida proveniente de disparos de celebración durante el Año Nuevo, pero Shan había estado trabajando en una serie de historias provocadoras en ese momento, incluyendo una sobre la venta en el mercado negro de medicamentos donados por una ONG. Rápidamente, los grupos de medios locales y la familia de Shan Dahar señalaron esto, junto con otras pruebas de que la muerte había sido un ataque dirigido en retribución por sus reportajes. Luego de un año y medio de presionar a la policía para que investigara nuevamente el caso, la familia de Shan Dahar finalmente logró convencer al subinspector general de la Policía de reabrir las investigaciones.
Sin embargo, el impulso ha sido de corta duración. De acuerdo con Fouzia Sultana, hermana de Shan Dahar, «No importa la cantidad de esfuerzos que dedicamos para que se haga justicia, abandonaron la investigación debido a la influencia política. Ahora la policía ni niega que se investigue el caso ni hace investigaciones».
La carga emocional y financiera en la familia de Shan continúa. Fouzia y su marido están cuidando a los niños de Shan, y han recibido amenazas de muerte por sus investigaciones. Fouzia ha pedido ayuda a los medios de comunicación. «Necesito la ayuda de los periodistas y clubes de prensa para que mi voz llegue al público. También solicito a todas las comunidades que me ayuden a conseguir justicia».
El miembro de IFEX Prensa Fundación Pakistán (FPP) respondió al llamado, y está trabajando con los medios de comunicación locales e internacionales y la sociedad civil para mantener el foco sobre el caso de Shan – y alejarlo de las sombras.
Tres culturas de la impunidad
Estos tres ejemplos de justicia en espera son emblemáticos de cómo se ve una cultura de la impunidad.
En Colombia, los paramilitares, los grupos rebeldes y funcionarios del gobierno a menudo han utilizado la violencia para evitar que se presentaran informes que expusieran los abusos cometidos durante el conflicto civil que duró décadas. Las amenazas y actos de violencia sexual contra las reporteras son demasiado comunes. La impunidad de estos ataques ha sido reconocida como un serio obstáculo para la paz y la reconciliación. La cuestión de la justicia para estos crímenes fue central en el reciente plebiscito realizado en el país, en el que se rechazó el acuerdo de paz entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), por un estrecho margen.
En Gambia, los informes críticos al gobierno de Jammeh son prácticamente inexistentes. Gracias a la campaña de miedo e intimidación perpetrado por el régimen contra periodistas como Musa Saidykhan. la pluralidad de medios en el país es muy limitada, y la mayoría de quienes se atreven a informar negativamente sobre el régimen deben hacerlo desde el exterior. A pesar de la bien documentada participación de los agentes de seguridad del Estado en los ataques a periodistas, a defensores de derechos humanos y a miembros de la oposición política, pocas investigaciones se han llevado a cabo y nadie ha tenido que rendir cuentas.
En Pakistán, donde la corrupción local es más que común, una correcta investigación de los ataques hacia aquellos que han tratado de exponer crímenes se ve a menudo obstaculizada por interferencias. Según PPF, decenas de periodistas han sido asesinados en las últimas dos décadas, pero sólo cuatro casos han concluido en una condena. Para un periodista, Pakistán sigue siendo uno de los lugares más peligrosos del mundo, y se clasifica consistentemente a la par de países en guerra como Irak y Siria.
Colombia y Pakistán son frecuentemente listados en el índice de impunidad anual del Comité de Protección de los periodistas, y el presidente Yaya Jammeh ha sido coronado como el «Rey de la impunidad» por la sociedad civil de África Occidental. La historia de impunidad en los tres países sigue alimentando el ciclo de violencia infligido a los periodistas.
Tres visiones de la justicia
La rendición de cuentas va más allá del hecho de asegurar que alguien sea castigado; las víctimas y sus familias también deben sentir que se ha hecho justicia – que pueden seguir adelante con sus vidas.
Para Jineth, la justicia significa más que tiempo en la cárcel para sus agresores. «Si algo puede reparar, aunque sea un poco, el dolor que mi familia, mis amigos y yo hemos tenido que soportar todos estos años, es que se cuente la verdad». Para ella y los hacen promoción a su lado, esto significa que el gobierno de Colombia debe investigar y revelar el grado de participación de las autoridades estatales en su ataque.
Para Musa, la justicia significa mostrar que incluso el presidente Jammeh no está por encima de la ley. Ve el cumplimiento de la sentencia de la CEDEAO en su caso como un símbolo de esperanza para el futuro de otros periodistas gambianos que han enfrentado luchas similares. Musa es cauteloso – cree que «[Jammeh] no cumplirá con el fallo de la CEDEAO a menos que se vea obligado a hacerlo». Esto es justamente lo que él y la MFWA están activamente intentando ante el tribunal regional.
Al igual que en el caso de Jineth Bedoya, justicia para la familia de Shan Dahar significa revelar la verdad sobre lo que ocurrió, y quién fue responsable -, así como garantizar que los niños de Shan serán atendidos, física y financieramente.
En todo el mundo, hay personas y organizaciones dedicadas a poner fin a injusticias como las sufridas por Jineth, Musa, Shan Dahar, y cientos de otros periodistas y blogueros. IFEX cree que podemos y debemos responsabilizar a nuestros gobiernos por las acciones de sus agentes, además de hacerlos investigar honestamente los crímenes que ocurren dentro de sus fronteras.
Trabajando juntos, podemos presionar a organizaciones como la CEDEAO para que se paren firmemente con sus fallos y utilicen sus mecanismos de sanción para hacerlos cumplir; a Estados como Colombia para que busquen justicia sin importar cuan alto en la cadena del gobierno deban ir; y a agencias locales como el departamento de policía de Sindh para que lleven a cabo sus investigaciones a fondo y de buena fe.
La impunidad no es un problema simple. No podemos decir que la «cura» está a la vista. Sin embargo, se han logrado avances. El trabajo de la red IFEX y otras personas comprometidas con la defensa del derecho a la libertad de expresión y de información debe continuar y continuará. Los periodistas sólo pueden hacer el trabajo que nosotros, y la sociedad en la que vivimos, necesitamos que hagan, y esto sólo es posible si pueden realizarlo libres de miedo e intimidaciones.
Nos dicen quién nos está mintiendo – y lo demuestran.
Tener que seguir escribiendo acerca de historias que eran mi propia historia me hizo darme cuenta de que tenía que hablar.
Shan había estado trabajando en una serie de historias provocadoras en ese momento, incluyendo una sobre la venta en el mercado negro de medicamentos donados por una ONG.
Si algo puede reparar, aunque sea un poco, el dolor que mi familia, mis amigos y yo hemos tenido que soportar todos estos años, es que se cuente la verdad.
Annie Game es Director Ejecutivo IFEX