En su contribución a la serie de IFEX que marca el Día Internacional de la Mujer, la editora regional Paula Martins escribe sobre los ataques contra la periodista brasileña Patrícia Campos Mello, otro alarmante ejemplo de cómo se discrimina en base al género con el fin de dañar la credibilidad de las mujeres reporteras y la legitimidad de sus informes.
Esta es una traducción del artículo original.
La historia de Patrícia
«En las sociedades donde las mujeres tienen que luchar para tener control sobre sus propios cuerpos, y para reafirmar su derecho en el espacio público, ser periodista es casi una forma de activismo». – Rawya Rageh, periodista egipcia
Rageh hizo ese comentario durante la publicación de la edición 2016 de la serie Attacks on the Press [ataques a la prensa], del Comité para la Protección de los Periodistas, una edición que destacó el acoso en línea por motivos de género, la violencia sexual y la agresión física de las que son víctima las mujeres periodistas.
Las personas que conocen el trabajo reciente de la periodista de investigación brasileña Patrícia Campos Mello, y cómo ha sido atacada por el mismo, estarían de acuerdo con Rageh.
El 11 de febrero de 2020, los brasileños estaban viendo una transmisión en vivo de una investigación del Congreso brasileño sobre el uso de «noticias falsas» durante las campañas electorales. Lo que estaba bajo escrutinio era un esquema que preveía el uso ilegal de documentos de identidad y la difusión de desinformación. Había sido expuesto por Campos Mello.
Un testigo fue interrogado sobre el envío masivo de mensajes de WhatsApp por la campaña del entonces candidato Jair Bolsonaro durante el período previo a las elecciones presidenciales de 2018. El testigo, un ex empleado de una de las compañías acusadas de proporcionar servicios ilegales, dijo que Campos Mello había ofrecido favores sexuales a cambio de información.
Patrícia Campos Mello es reportera para el periódico Folha de Sao Paulo, el más grande de Brasil. Cubre temas importantes tanto de Brasil como del extranjero, incluyendo noticias humanitarias y de derechos humanos. En 2019 recibió el Premio Internacional de Libertad de Prensa del CPJ, que se sumó al Premio de Periodismo Rey de España, el Premio Petrobras en 2018 y el Premio del Comité Internacional de la Cruz Roja para el periodismo humanitario en 2017. Lo que dijo el testigo fue claramente un intento de desacreditar su trabajo.
Campos Mello y el periódico para el que trabaja distribuyeron los mensajes originales que habían sido intercambiados entre ella y el testigo. Bolsonaro, -que en ese entonces era congresista-, y otros dos congresistas más tuitearon acusaciones contra la periodista y apoyando al testigo. Un día después, el propio presidente de Brasil reafirmó las acusaciones infundadas en una entrevista. Incluso trató de bromear al respecto, usando palabras con doble sentido que agregaban una connotación sexual a sus comentarios.
Esa no fue la primera vez que Campos Mello fue atacada en línea por los partidarios de Bolsonaro. Inmediatamente después de publicar su artículo, recibió graves amenazas y abusos en línea. Y a pesar del gran apoyo que recibió del público a nivel nacional e internacional que criticó ese acoso, fueron muchos los que, especialmente a través de las redes sociales, continuaron expresando dudas sobre su trabajo. Y es que difundir desinformación es más fácil que contrarrestarla.
Fue un ataque en dos frentes. Fue atacada por ser mujer. Y fue atacada por ser periodista.
Su caso es otro ejemplo preocupante de cómo se usa el género para discriminar y dañar la credibilidad de las mujeres reporteras, y cómo sus vidas personales pueden ser usadas como armas para quitarle legitimidad a sus informes.
Doble vulnerabilidad, desafíos específicos
Es un problema global. Las mujeres periodistas de todo el mundo enfrentan obstáculos específicos debido a su género, desde la discriminación hasta el acoso, desde amenazas hasta ataques físicos y psicológicos, tanto dentro como fuera de internet.
Según lo establecido por CEDAW, la violencia contra las mujeres se define en términos generales como «cualquier distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tiene el efecto o el propósito de perjudicar o anular el reconocimiento, el goce o el ejercicio por partes de las mujeres, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad de hombres y mujeres, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en el ámbito político, económico, social, cultural, civil o de cualquier otro tipo».
Sigue siendo un poderoso obstáculo para el ejercicio de las mujeres de su derecho a la libertad de expresión.
Según la ONU, la violencia de género contra las mujeres periodistas ha ido en aumento, y esto incluye el número de mujeres periodistas asesinadas: en el período de 2014 a 2018, la UNESCO denunció el asesinato de 46 mujeres periodistas.
Los números van en aumento, pero menos del 10% del total de los periodistas asesinados son mujeres. Esto se debe probablemente a que una proporción menor de mujeres informan sobre conflictos, crimen organizado y corrupción gubernamental, todos temas que conllevan un riesgo mayor.
Cuando efectivamente cubren esos temas, las agresiones sexuales violentas como las sufridas por Lara Logan y Jineth Bedoya son las que cuentan la historia. La violencia sexual es una herramienta especialmente cruel y efectiva en el arsenal utilizado para silenciar a las mujeres periodistas.
Pequeños secretos sucios
Cada vez hay más informes sobre agresiones sexuales, pero muchas mujeres periodistas se niegan a revelar lo que les sucedió. Temen ser vistas como débiles por sus colegas masculinos, y temen represalias. Algunas veces, prefieren no decir nada por un sentimiento de vergüenza fuera de lugar.
Durante décadas, la agresión sexual y el acoso en la industria de los medios de comunicación han sido reconocidos como problemas graves, tanto en el trabajo de terreno como en las salas de redacción. Según Kim Barker, una reportera del New York Times que escribió sobre el acoso sexual que ella misma sufrió en el terreno, y que luego de eso fue blanco de trolls, «fue casi como esos trapillos sucios que no sacas al sol porque tienes que ser como otro más de los muchachos”.
En Internet / en la calle / todo el tiempo
“El Proyecto Patrulla Troll documentó 1.1 millones de ataques problemáticos o abusivos contra 778 mujeres periodistas y mujeres en la política que fueron monitoreadas durante un período de un año. En promedio, esto es un mensaje cada 30 segundos.”
Aunque se asesinen menos mujeres periodistas que hombres, las mujeres son acosadas en línea de manera desproporcionada. La expansión en el uso de las TIC, y de Internet en particular, ha sido tanto una oportunidad como una maldición para las mujeres periodistas. Los estudios muestran que las mujeres periodistas son objeto de abuso y acoso en línea con mayor frecuencia y con mayor crueldad que sus colegas masculinos.
Según el relator especial de la ONU sobre la violencia contra las mujeres, «[la era digital] también ha proporcionado una plataforma para nuevas formas de violencia en línea, como el acoso cibernético, las campañas de difamación, el ‘doxing’ (la pesquisa y publicación de información personal), , la ‘sextorsión’ y el ‘trolling’, así como la distribución no consensuada de contenido íntimo (o la mal llamada ‘porno venganza’)».
Amnistía Internacional y Elemento IE del Proyecto de Patrulla Troll arrojan luz sobre las dimensiones del problema; documentaron 1.1 millones de ataques problemáticos o abusivos contra 778 mujeres periodistas y mujeres en la política que fueron monitoreados durante un período de un año. Esto es, en promedio, un mensaje cada 30 segundos. «Las mujeres de color tenían más probabilidades de verse afectadas, y entre ellas, las mujeres negras eran desproporcionadamente atacadas con tuits problemáticos o abusivos».
Una encuesta reciente realizada por el CPJ muestra que el acoso en línea ya es la mayor preocupación de seguridad que enfrentan muchas mujeres periodistas (90% en los Estados Unidos y 71% en Canadá). «Las amenazas nos siguen a casa» afirmaron las mujeres encuestadas. Según un estudio realizado por Trollbusters y la International Women’s Media Foundation, aproximadamente el 30% de las periodistas entrevistadas dijeron que habían considerado dejar la profesión por el abuso en línea que sufrieron.
Es importante recordar que la violencia en línea y fuera de línea se alimentan entre sí. Como lo destacó la Comisión de Banda Ancha para el Desarrollo Digital, “[un] abuso puede limitarse a tecnologías en red o puede complementarse con acoso fuera de línea, incluyendo actos de vandalismo, llamadas telefónicas y agresiones físicas. Del mismo modo, hoy en día, el carácter viral de la distribución es explosivo. Lo que alguna vez fue un asunto privado ahora puede transmitirse instantáneamente a miles de millones de personas en todo el mundo digital”.
Las historias no contadas
“Las mujeres periodistas tienen derecho a practicar el periodismo libre de discriminación y violencia de género. Todos tenemos derecho a escuchar lo que tienen para decir. Unámonos y exijamos: ¡Ya fue suficiente!»
A los activistas y expertos en libertad de expresión les gusta decir que cuando se silencia a un o una periodista, esta no es la única víctima. Se está violando el derecho de la sociedad a la información.
¿Cuánto sufre la sociedad por los cientos de mujeres periodistas silenciadas cada año en todo el mundo? ¿Qué es lo que no se dice? ¿Qué no está siendo cubierto?
Como lo destaca IWMF, cuando los informes están dominados por hombres, también lo es el contenido. La violencia contra las mujeres periodistas puede resultar en la invisibilización de temas cruciales de relevancia específica para las mujeres, como la igualdad de género, los derechos sexuales y reproductivos, las mujeres en la política y la violencia contra las mujeres.
Pero la ausencia de las voces de las mujeres puede afectar negativamente la forma en que se informan todos los problemas. Consideremos el caso reciente del asesinato de Ingrid Escamilla en México. Algunos periódicos cubrieron la brutalidad del crimen con impactantes imágenes de su cuerpo desollado en las portadas de sus diarios, volviendo a victimizarla, haciendo del crimen una historia vulgar y del problema principal, la violencia contra las mujeres, algo simplemente normal. Esto en un país donde 14.558 mujeres fueron violadas en 2018.
Un estudio que analizó la cobertura de los medios en 114 países señaló que solo el 9% de las noticias impresas, de la radio y de la televisión evocan cuestiones de (des)igualdad de género y solo el 4% de las historias desafían claramente los estereotipos de género. Solo 1 de cada 4 personas de las que se habla o se lee en las noticias son mujeres.
Si las salas de redacción contaran con más mujeres, ¿la cobertura sería diferente? Podría ayudar a que lo fuese. Pero también necesitamos más mujeres en roles de toma de decisiones. Los hombres todavía ocupan el 73% de los principales puestos de gestión de medios.
Contraataque
La periodista colombiana Jineth Bedoya Lima fue secuestrada a la entrada de la prisión de La Modelo en Bogotá en año 2000. Fue torturada y violada por su cobertura de crímenes y tráfico. Ella afirma que primero se vio a sí misma «como a una víctima, luego como a una sobreviviente, y ahora como a una activista que defiende los derechos de las mujeres».
Jineth tuvo que esperar 19 años para que sus agresores fueran sentenciados. En realidad no esperó, luchó durante 19 años, por su caso y por los casos de cientos de otras mujeres.
Su caso fue llevado con éxito a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a la Corte Interamericana en 2019. Ambas entidades fueron claras: Colombia debía tomar medidas para evitar que casos como el de Jineth vuelvan a ocurrir.
El caso de Bedoya destaca la importancia de los organismos internacionales para responsabilizar a los Estados por la seguridad de las mujeres periodistas. La Comisión indicó la necesidad de programas de capacitación para servidores públicos, fuerzas de seguridad y autoridades judiciales, para garantizar que tengan las habilidades necesarias para identificar actos basados en el género y las manifestaciones de violencia contra las mujeres que afectan a las periodistas. También recomendó medidas para aumentar la conciencia pública sobre los actos de violencia de género contra las mujeres periodistas, a fin de abordar todas las consecuencias de las violaciones, incluyendo las «pérdidas materiales e inmateriales».
Hubo otros desarrollos importantes a nivel internacional: el informe del Secretario General de la ONU sobre la seguridad de las mujeres periodistas en 2017, la resolución resultante de la Asamblea General de la ONU, así como resoluciones similares del Consejo de Europa. Todos apuntan a un reconocimiento creciente de los desafíos que enfrentan las mujeres periodistas y la necesidad de compromisos institucionales para cambiar la situación.
Todo esto indica el camino que se debe seguir para cambiar esta situación. Pero es importante recordar que la violencia contra las mujeres periodistas es parte de un patrón más amplio de discriminación en la región, basado en factores que incluyen raza, etnia, religión o creencias, edad, clase, orientación sexual e identidad de género. En 2018, el Relator Especial de la OEA sobre Libertad de Expresión dedicó un informe completo a este tema. Por lo tanto, cualquier solución requiere un enfoque holístico, una amplia conciencia social y un compromiso institucional.
Las mujeres periodistas tienen derecho a practicar el periodismo libre de discriminación y violencia de género. Todos tenemos derecho a escuchar lo que tienen que decir. Unámonos y exijamos: «¡Ya fue suficiente!»