(RSF/IFEX) – Desde el comienzo del mes de abril de 2005, al menos diez periodistas han sido detenidos, amenazados o expulsados en la ciudad de El Ayún (a 1,263 km al sur de Rabat). RSF pide a las autoridades marroquíes que pongan término al acoso a los medios de comunicación locales y extranjeros en esa […]
(RSF/IFEX) – Desde el comienzo del mes de abril de 2005, al menos diez periodistas han sido detenidos, amenazados o expulsados en la ciudad de El Ayún (a 1,263 km al sur de Rabat). RSF pide a las autoridades marroquíes que pongan término al acoso a los medios de comunicación locales y extranjeros en esa región, y que les permitan hacer su trabajo en condiciones favorables.
«Es importante que las autoridades marroquíes definan un marco claro de trabajo para los periodistas presentes en el Sahara Occidental evitando, entre otras cosas, crear medidas indirectos de control, como el tener que informar previamente al Ministerio del Interior de su llegada a El Ayún», ha declarado la organización.
«Las autoridades marroquíes pasan de un extremo al otro al prohibir cualquier cobertura de las manifestaciones que han tenido lugar en la ciudad de El Ayún y, dos días más tarde, fletando un avión para ofrecer a los periodistas un almuerzo con el gobernador. Por otra parte, el argumento de la seguridad no es suficiente para prohibir a los reporteros el acceso a la ciudad. Es una decisión que deben tomar el periodista y su oficina de redacción. Ni siquiera en Irak, el gobierno no prohíbe a los periodistas viajar al país, o a una región particular», ha añadido RSF.
Unas manifestaciones que tuvieron lugar entre el 24 y el 29 de mayo, en El Ayún, enfrentado a los saharauis con las fuerzas del orden, atrajeron la atención de muchos periodistas, que querían cubrir el acontecimiento. Y no todos fueron sido recibidos de la misma manera.
El 25 de mayo, las fuerzas del orden pegaron hasta hacerle sangrar a Salama Zoukani, técnico del canal regional de televisión de El Ayún. Los policías ni se inmutaron a la vista de su carnet de prensa. Las heridas de Zoukani necesitaron varios puntos de sutura en la cabeza.
Entre el 27 de mayo y el 5 de junio a varios periodistas se les impidió entrar en la ciudad, pero después las autoridades organizaron visitas guiadas, así como un almuerzo con el gobernador, para acompañar su cobertura de las manifestaciones.
A Abdessalam Razzak, corresponsal en Marruecos del canal por satélite Al Jazira, le expulsaron el 27 de mayo en el aeropuerto, sin darle ninguna explicación. No pudo regresar a la ciudad hasta dos días después, en el marco de la visita oficial organizada por el gobernador.
En los primeros días del junio, a Lahcen Aouad, periodista del diario arabófono «Assahifa», y a Mourad Bourja, fotógrafo independiente, les cerraron el paso en el aeropuerto de El Ayún. Tras examinar su documentación, las autoridades aeroportuarias les dijeron que estaban «prohibidos» en la ciudad. Tuvieron que esperar seis y dos horas, respectivamente, para poder entrar en la ciudad.
El periodista Miguel Ángel Idígoras Urrezola y su camarógrafo de la televisión española TVE llegaron el 28 de mayo a El Ayún. Aquel mismo día no pudieron grabar libremente las manifestaciones que estallaron en la ciudad, y no pudieron enviar el reportaje a través de los locales de la televisión marroquí, por «problemas técnicos». En cambio, al día siguiente, tras participar en la visita organizada por el gobernador, pudieron trabajar en buenas condiciones y enviar las imágenes sin dificultad.
Por otra parte, el 2 de junio, no pudo acceder a la ciudad de El Ayún, ni de cerca ni de lejos, la periodista María Cristina Berasaín, del diario en lengua vasca «Berria». La periodista, que no había declarado las razones de su estancia en el sur del país, fue expulsada y escoltada por dos policías, que la cogieron de los brazos para introducirla en un avión con dirección a Agadir (a 649 km de El Ayún). A pesar de haber conseguido, pocos días más tarde, una autorización del Ministerio de Información, a la periodista le prohibieron acceder al avión con destino a El Ayún. Según ella, el control de las autoridades marroquíes sobre la información significa que tienen algo que esconder.
A finales de abril, los periodistas independientes noruegos Anne Torhild Nilsen y Radmund Steinsvag viajaron al Sahara Occidental, con el fin de preparar un documental sobre la situación de los derechos humanos en la zona. No habían declarado su profesión a las autoridades, para poder trabajar de forma independiente.
El 17 de abril pretendieron grabar una manifestación pacífica. «Rebasé las barricadas que rodeaban a los manifestantes y me puse a grabar. No había pasado ni un minuto cuando me vi rodeado por varios oficiales de policía, que me pidieron que me fuera a otra parte. Vino otro policía que me pidió lo que había grabado. Me negué a dárselo, y se marchó. Iba en busca de un autobús cuando vi a unos policías de civil, que transportaban a heridos en camillas. Al notar mi presencia, me arrastraron durante 100 metros y me llevaron al puesto de policía para interrogarme; luego me soltaron», ha contado Steinsvag a RSF.
«Al día siguiente, nos dirigimos a los locales de la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum el Sahara Occidental (MINURSO), para efectuar una entrevista. Habíamos empezado a grabar a 250 metros de allí, cuando unos policías intervinieron para pedir que parásemos. Después de coger nuestra documentación nos pidieron que les siguiéramos al puesto de policía. Allí nos interrogaron por separado, durante más de cuatro horas. Tras el interrogatorio nos ofrecieron que cambiáramos nuestro programa de trabajo para entrevistar a otras personas, como Sidi Mohammed Daddach, a quien presentan como el auténtico portavoz de los saharauis. Daddach, así como los responsables de otras organizaciones de defensa de los derechos humanos pro-marroquíes, están considerados por la población local como organizaciones bajo el control del estado, porque solo aparecerían cuando cuentan con la aprobación de las autoridades. Nos entrevistamos con tres presidentes de organizaciones, en uno de los hoteles más lujosos de la ciudad. Intentaron convencernos de que la población local ya no está acosada ni torturada, que las manifestaciones en la calle estaban autorizadas y que la mayoría de los saharauis querían pertenecer a Marruecos. Después de que la policía secreta nos siguiera durante toda la semana en El Ayún, y tras haber sido detenidos dos veces, nos resultaba un tanto curioso escuchar esos discursos. Es cierto que las autoridades marroquíes nos trataron bien y no nos quitaron el material pero, sin embargo, nos controlaron durante los dos últimos días que estuvimos en la ciudad, impidiéndonos trabajar de forma independiente», han añadido los dos periodistas noruegos.