Si algo se ha encontrado durante la tarea de recopilar información acerca de los medios y periodistas afectados por el terremoto, es una voluntad indomable por volver a comunicar lo más pronto posible.
Este artículo fue publicado originalmente en fundamedios.org el 27 de abril de 2016.
¿Qué estaba haciendo a las 18:58 de la tarde del sábado 16 de abril? Las respuestas seguramente serán de lo más diversas. Pero, ¿cuándo dejó de temblar la tierra? Con certeza, todos hicimos lo mismo: asegurarnos de que estábamos bien, cerciorarnos de que nuestros seres queridos también lo estaban y tratar de informarnos de lo que había sucedido.
En el Ecuador pasaron más de dos horas, antes de que los medios nacionales emitieran la noticia de que se había producido un terremoto. La información ya había sido difundida por la mayor parte de las cadenas de noticias internacionales. ¿Qué pasó en esas dos horas?
Esos minutos, esas horas de desinformación, eran una eternidad en las zonas donde el terremoto de 7.8 grados había golpeado con mayor fuerza: Muisne, Pedernales, Canoa, Bahía, San Vicente, Chone, Manta y Portoviejo. No había electricidad y, con ella, desapareció el Internet. La telefonía móvil se mantuvo hasta que se acabaron las baterías de los celulares. En el espacio radioeléctrico solo había ruido blanco. Los canales de TV local tampoco emitían ninguna señal. El vacío, como si se tratara de una de aquellas películas catastróficas de los años 50.
Solo que esto no era una película y detrás del silencio había tragedia. Casi la totalidad de los 86 medios locales en Manabí y Esmeraldas dejaron de transmitir. Pero 14 de ellos tuvieron daños severos: el derrumbe total de sus instalaciones, la muerte de trabajadores y familiares, afectaciones estructurales irreparables, averías en los equipos de transmisión…
Otros 18 medios presentaron perjuicios que significaron su silencio hasta por 48 horas después del momento de la catástrofe.
Oscuridad, gritos de las víctimas y el mundo desplomándose alrededor. La desolación y la desesperación. Pasado ese terror paralizante había que afrontar el desastre cuya dimensión hasta el momento era desconocida. En los minutos posteriores al terremoto, tres estaciones radiales y un canal de televisión se enlazaron para brindar a Manabí la poca información oficial que tenían hasta el momento. Acoplados con un generador eléctrico a diésel, una emisora hizo de matriz. Otra, solo puso la señal de transmisión, pues sus estudios se habían derrumbado. Se enlazaron aunque bajo la esquizofrénica legislación de medios del Ecuador, se arriesgaban a una sanción. Pues de un lado la Ley de Comunicación permite el enlace de medios, pero la Ley de Telecomunicaciones establece que estos enlaces se pueden hacer solo con previa notificación a la Agencia de Regulación y Control de las Telecomunicaciones (Arcotel). “Alguien debía decir algo, nosotros avisamos que no había alerta de tsunami. Cumplimos con nuestro deber de informar”, narra el trabajador de un medio.
Si algo se ha encontrado durante la tarea de recopilar información acerca de los medios y periodistas afectados por el terremoto, es una voluntad indomable por volver a comunicar lo más pronto posible, aunque las condiciones de trabajo de los medios de comunicación se complicaron a partir del terremoto, no solo por los daños en sus instalaciones o equipos, sino también porque muchos trabajadores sufrieron pérdidas familiares y materiales. Fundamedios identificó a más de 80 empleados, entre periodistas, operadores de radio, técnicos y otros trabajadores, que sufrieron afectaciones directas en sus viviendas y con sus familias.
El caso más grave es el de Pedernales, epicentro del terremoto. Las dos únicas radios con sede en esa ciudad, Altamar y Tropical FM, quedaron reducidas a escombros. Algunos de sus trabajadores también lo perdieron todo y ahora viven en albergues.
“Radio Tropical desapareció, yo vi como se desplomó el edificio de la radio”, cuenta Jorge Sárchez, quien trabajaba en esa estación. En esa edificación fallecieron la esposa, la hija y los tres nietos de Marcelo Cepeda, dueño del medio de comunicación.
Jorge actualmente permanece en un albergue en El Carmen y sobrevive con la ayuda de familiares y amigos. Dice que él es el más perjudicado de los seis colaboradores de la radio porque su vivienda se destruyó cuando la casa de su vecino se vino encima de la suya. También es corresponsal de El Diario, pero no tiene computadora para trabajar.
Altamar, en cambio, ya está al aire desde un estudio improvisado al lado de los escombros de lo que fueron los estudios de la radio. Funcionan con equipos prestados que trajeron desde Portoviejo. “Estamos bajo los escombros pero usamos un slogan: ‘No nos vamos, nos quedamos en Pedernales’. Ha pegado muchísimo porque una vez que salió la radio al aire la gente se empezó a motivar”, asegura el periodista Aquiles Zambrano.
Los medios con daños severos se ubican además en Portoviejo, Manta, Bahía de Caráquez y Chone. De los 14 mapeados por Fundamedios, seis continúan fuera del aire debido a graves daños en sus equipos e infraestructura.
Entre ellos está, por ejemplo, Bahía Stereo FM que funcionaba en un centro comercial que se desplomó. Su propietario, Trajano Velasteguí, estima unos USD 10.000 en pérdidas, entre las consolas que se dañaron y las antenas que perdieron. “Estamos tratando de conseguir equipo de emergencia, estoy contactándome con amigos fuera de la ciudad para que nos ayuden”, contó.
Radio Farra, Sono Onda, La Voz del Espíritu Santo de Dios y FB Radio siguen fuera del aire pero buscan equipos prestados y nuevos lugares para reestablecer su señal.
Pero del desastre también salen otras historias positivas. Algunos medios han improvisado estudios para operar o han tenido que alquilar lugares. TV Manabita, por ejemplo, está saliendo al aire desde la Universidad San Gregorio ante los graves daños que sufrieron sus estudios. El diario El Mercurio circula con solo ocho páginas (normalmente tiene 32) y se está imprimiendo particularmente después de que su rotativa fuera gravemente afectada.
En la hora de los grandes medios globales, de las redes sociales que parecen unificar a seres de todo el mundo y de gigantescas filtraciones periodísticas de dimensión planetaria; el valor de los pequeños medios locales es inmenso. De hecho, es imposible pensar en que una comunidad se desarrolle si no cuenta con medios donde los ciudadanos puedan informarse de su realidad más cercana, opinar, debatir o vigilar y pedir cuentas a las autoridades públicas.
En las zonas afectadas por el terremoto, gran parte de los medios han sufrido grandes daños y decenas de trabajadores de la prensa han perdido empleos, familias, bienes. Es necesario pensar en ellos cuando se hable de solidaridad. Fundamedios junto con otras entidades periodísticas y mediáticas del país iniciará el 03 de de mayo, Día Mundial de la Libertad de Prensa, una campaña para ayudar a estas pequeñas y medianas empresas de medios y a sus trabajadores. Hoy mismo nos sumamos al llamado que se hace para ayudar a los 27 trabajadores afectados en Ediasa, la empresa editora de El Diario.
Es hora de pensar en ellos, cuando desde el Estado se anuncia la reconstrucción de las zonas devastadas. Por ejemplo, ¿se puede seguir sosteniendo un concurso para la adjudicación de 120 frecuencias en esa zona con medios semidestruidos? ¿Las autoridades de comunicación y telecomunicación pueden ser tan indolentes a lo que está sucediendo?