¿Qué le espera a Brasil? La respuesta no es sencilla, pero a pocos días de las elecciones nacionales, lo cierto es que la democracia está en riesgo. Y eso nos debería preocupar a todos.
Considerado hasta hace un tiempo como una tendencia a la que había que prestar atención, hoy el autoritarismo ya pasó a ser una especie invasora. Ha venido creciendo en distintas partes del planeta, alimentado, entre otras cosas, por la proliferación de una retórica engañosa que se despliega en forma coordinada y que se hace visible a través de campañas de desinformación, ataques a periodistas y una constante erosión del espacio cívico. Y sigue expandiéndose.
En América Latina, la democracia sufre un rápido deterioro. En una reunión de grupos dedicados a la libertad de expresión que se celebró en el Foro COLPIN 2021, la sociedad civil – incluidos varios miembros de IFEX – se mostró muy preocupada ante esta situación y manifestó que la “ascendencia de autoritarismos, tanto de derecha como de izquierda, se ha profundizado en la mayoría de nuestros países, poniendo a prueba los fundamentos de la democracia. Hemos constatado que, en el marco de la pandemia, estas expresiones autoritarias han sido una fuente de manipulación y desinformación y han incrementado las prácticas de ocultamiento y obstaculización para el acceso a la información. En ese marco, constatamos la existencia de regímenes en la región donde el Estado de Derecho es prácticamente inexistente y donde prevalecen lógicas totalitarias que asfixian cualquier expresión ciudadana. El periodismo en el exilio se ha multiplicado en la región.”
El autoritarismo no es algo nuevo en América Latina. Ha estado presente a lo largo de la historia de la región y resurgió con fuerza recientemente en respuesta a votantes que se muestran descontentos con los partidos tradicionales, sobre todo en países azotados por la corrupción, la inseguridad y la desigualdad económica. La tecnología brinda herramientas que potencian el alcance y la influencia de un discurso que se aprovecha de los temores de esos votantes y les ofrece alternativas superficiales. El resultado son regímenes caracterizados por líderes personalistas y populistas, la vulneración de normas constitucionales y los abusos de poder.
La sociedad civil enfrenta desde hace largo tiempo esta vieja amenaza. Esa es quizás la razón por la que América Latina es una de las regiones del mundo donde se registran más denuncias de asesinatos de periodistas y personas defensoras de derechos humanos. Tan solo en enero de 2022, fueron asesinados 20 defensores de derechos humanos y periodistas en la región. Hoy esas cifras son mucho más altas.
Es en este contexto regional y mundial que el 2 de octubre se celebrarán elecciones en Brasil. Los votantes acudirán a las urnas tras una feroz campaña marcada por la polarización. Esa polarización ha sido fomentada y agudizada por tácticas y técnicas que se basan en el uso abusivo de nuevas tecnologías y emergentes, pero cuyas principales armas son viejos discursos fundados en prejuicios, racismo, misoginia y un desprecio absoluto por ‘el otro’. Se han atacado valores como la diversidad y el pluralismo y también a quienes defienden esos valores.
Las señales son claras: en los últimos años Brasil ha asistido a un deterioro alarmante de sus libertades civiles. En su campaña actual, Bolsonaro ha atacado a las instituciones, desprestigiado el proceso electoral y promovido fuertemente el uso de armas. No cabe duda de que el futuro de la democracia en Brasil se definirá a principios de octubre.
Brasil es la economía más grande de América Latina y la cuarta democracia en tamaño en el mundo y como tal puede servir de barómetro. Hasta se podría decir que lo que está en juego en los próximos comicios es el futuro de la democracia mundial. Y no solo de la democracia, sino también de los derechos humanos y la sostenibilidad ambiental.
Entonces, ¿qué le espera a Brasil?
No hay una respuesta simple a esta pregunta. Aun si Bolsonaro no resulta reelegido, los desafíos que tiene por delante el país son enormes. Pero lo que es seguro es que si Bolsonaro gana, gana el proyecto autoritario. Y Brasil se transformará en otro punto en el mapa, un territorio más donde el autoritarismo afirma y extiende sus raíces.
Es necesario proteger el espacio cívico brasileño para garantizar que periodistas, activistas y personas defensoras de los derechos humanos no se conviertan en especies en peligro de extinción. Tenemos que defender la democracia promoviendo la libertad de expresión y fortaleciendo la sociedad civil.
Los grupos de la sociedad civil y periodistas están llamados a cumplir un papel crucial. Han estado denunciando y desmintiendo información falsa con la que se busca estratégicamente engañar a votantes e impedir que la ciudadanía ejerza su derecho al voto en elecciones en regiones de todo el mundo.
En Brasil, la Associação Brasileira de Jornalismo Investigativo (Abraji) y Artigo19, ambos miembros de IFEX, han estado trabajando para garantizar la seguridad de periodistas, el derecho a la protesta, el derecho a la información y el derecho a la participación. Por ejemplo, han pedido a los candidatos presidenciales que se comprometan a proteger la libertad de expresión; han estado promoviendo iniciativas de corroboración de datos; han trabajado para incentivar a jóvenes para que se informen y participen en el proceso electoral; y han fomentado el debate y la discusión sobre temas que son vitales para nuestras luchas democráticas actuales, temas como la desinformación, los discursos de odio, la transparencia, la violencia política y las redes sociales.
No guarden silencio. Sigamos con atención lo que pasa en Brasil y apoyemos el trabajo de quienes defienden la democracia en primera línea. ¡Únanse a este llamado!
*Annie Game es la directora ejecutiva de IFEX, una red mundial que promueve y defiende la libertad de expresión e información como derecho humano fundamental. IFEX es un nexo de unión para la experiencia en materia de libertad de expresión, aportada por más de 120 organizaciones miembro, que abarcan 90 países y están comprometidas con una labor de defensa colaborativa y transformadora.