Junto con otros periodistas y trabajadores de medios de comunicación que pidieron mantener el anonimato por razones de seguridad, Holmann era uno de los 222 prisioneros políticos liberados y deportados inesperadamente por las autoridades nicaragüenses. Él habló con CPJ, sobre su experiencia en la cárcel, y su compromiso con la libertad de expresión.
Este artículo fue publicado originalmente en cpj.org el 21 de febrero de 2023.
Juan Lorenzo Holmann Chamorro casi había conciliado el sueño en su celda en la cárcel nicaragüense cuando le entregaron ropa de civil, le transportaron al aeropuerto y le ordenaron firmar un documento escrito a mano en el cual acordaba ser deportado a Estados Unidos.
Holmann, el editor de La Prensa, el periódico más antiguo de Nicaragua, había estado encarcelado desde agosto de 2021. Arrestado durante una represión generalizada contra los medios independientes del país y acusado de lavado de dinero, estaba cumpliendo una pena de nueve años en la prisión infame El Chipote en Nicaragua cuando abordó el vuelo que lo transportaría a Washington, DC.
Junto con el periodista Miguel Mendoza Urbina y cinco periodistas y trabajadores de medios de comunicación que pidieron mantener el anonimato por razones de seguridad, Holmann era uno de los 222 prisioneros políticos liberados y deportados inesperadamente por las autoridades nicaragüenses el 9 de febrero. Él y Mendoza hablaron con Dánae Vílchez de CPJ, sobre su experiencia en la cárcel, su compromiso con la libertad de expresión y sus sentimientos encontrados sobre haber sido obligados a salir de su país.
“No me siento totalmente libre”, afirmó Holmann. “Porque ser libre significaría el poder estar en Nicaragua – eso sería la libertad verdadera”. [Lea la entrevista de Vílchez con Mendoza aquí.]
A continuación, fragmentos de la entrevista, editados por longitud y claridad:
¿Cómo se siente, tras sus primeros días en libertad?
El tener muchos sentimientos encontrados, pareciera ser un cliché, pero extraño profundamente una parte de mi familia. Mi esposa todavía permanece en Nicaragua. Tengo mis hijas aquí, quienes están estudiando en Estados Unidos. Por lo tanto, tuve la sensación de venir a ver mis hijas, pero sin embargo verdaderamente estoy dejando a mi corazón y a mi esposa en Nicaragua.
¿Cómo fue tu último día en la cárcel? ¿Tuviste alguna idea de que algo como esto sucedería?
Mi último día en la cárcel, fue exactamente como todos los demás días, con la misma rutina de levantarme, orar, hacer un poco de ejercicio, comer lo que nos daban y comer un poquito de lo que habían permitido entrar. Lo llaman ‘paquetes’. Los alcaides, definitivamente no sabían absolutamente nada sobre lo que transcurría, ni lo que iba a transcurrir.
Ya empezaba a conciliar el sueño, cuando un guardia llegó. Llamó a uno de mis compañeros de celda, y le ordenó sacarse su uniforme y ponerse esta ropa de civil, y miramos a nuestro otro compañero de celda y [le preguntamos], “¿Qué pasa?” Después de unos minutos, le pregunté [al guardia], “¿Qué pasará conmigo?” “Ahora le darán su ropa”, afirmó el guarda, y nos pusieron en una celda en grupos de tal vez 12 personas. Allí conocimos muchos “hermanos de dolor” [otros prisioneros], quienes no habíamos visto [antes], pues no teníamos manera de comunicarnos entre nosotros. Nos mantuvieron en esa celda durante varias horas.
¿Qué pasó en Nicaragua, antes de abordar el avión a Estados Unidos?
El algún momento, un oficial de alto rango vino y dijo que autobuses venían a cada celda, “pero por favor no me pregunten adónde van, porque aún yo no sé adónde van”.
Salimos [con nuestras manos] en correas plásticas en frente de nosotros, no detrás de nosotros, y nos enfilaron. Yo estaba en la primera fila del autobús, y podía ver a través del parabrisas del autobús, pues las ventanillas laterales estaban tapadas con cortinas. Se me vinieron dos opciones a la mente. Una, que íbamos al juzgado para oír cambios [en nuestras] penas, y la otra, que nos iban a trasladar a otra cárcel. Tomamos una ruta que parecía dirigirse al juzgado. Al pasar frente a las oficinas de La Prensa, sentí inspiración. I me dije a mí mismo, “creo que nos están llevando al aeropuerto”.
Llegamos al aeropuerto, el autobús se detuvo y un oficial abordó el autobús y nos dijo que nos iban a deportar. Nos iban a deportar a Estados Unidos de América, ¿y que si alguien tenía alguna objeción?
[Me obligaron] firmar un documento escrito a mano [que rezaba que yo] acordaba ser deportado a Estados Unidos de América bajo las condiciones de la ley actual. Les pregunté, “¿Cuáles son las condiciones de la ley actual?” Él me dijo, “Ud. firma, o lo saco del autobús”. Eso es coacción, [pero sin embargo] firmé.
Cuando caminaba hacia las personas del Departamento de Estado [de EEUU], [uno de ellos] dijo, “Bienvenido, Juan Lorenzo, te estábamos esperando”. Estaba asombrado, porque él [sabía] mi nombre. La primera cosa que le pregunté [fue si] esto era en serio, y [qué pasaría con] mi esposa. “No se preocupe, veremos eso luego”, me dijeron. “Ellas [sus hijas] te están esperando”. “Muchísimas gracias”, le dije, y entré.
Tenían un recipiente plástico, con una gran cantidad de pasaportes nicaragüenses. “¿Cómo se llama Ud.?” [me preguntaron.] “Juan Lorenzo”. Y entonces la persona dijo, “Bienvenido”, y sacó mi pasaporte, preguntado, “¿Este es el suyo? Pues, entre entonces”. Tomaron mis signos vitales, y otro oficial dijo, “Ud. puede subir”. Dije, “Pues, la escalera a la libertad”, y él dijo, “Sí, esa soy yo”. Aun así, antes de abordar el avión, me di vuelta, y me despedí de Nicaragua, porque no sé cuándo podré regresar”.
El Gobierno nicaragüense afirma que le quitaron su ciudadanía
Nadie me puede quitar mi ciudadanía nicaragüense. Voy a morir, y continuaré siendo nicaragüense.
Me siento muy agradecido a esta gente [en EEUU], que ha sido tan generosa, primero al aceptarnos, 222 exiliados, aceptarnos y cobijarnos con amabilidad. Acogiéndonos y haciéndonos sentir amados.