(IPYS/IFEX) – El 23 de mayo de 2004, durante horas de la tarde, una enardecida turba atacó a un grupo de periodistas en el distrito de Ilave, región Puno, al sur este del Perú. Los periodistas fueron citados por los dirigentes de dicho poblado para realizar una conferencia de prensa. Sin embargo, la violencia estalló […]
(IPYS/IFEX) – El 23 de mayo de 2004, durante horas de la tarde, una enardecida turba atacó a un grupo de periodistas en el distrito de Ilave, región Puno, al sur este del Perú. Los periodistas fueron citados por los dirigentes de dicho poblado para realizar una conferencia de prensa. Sin embargo, la violencia estalló cuando la policía retiró el montículo de piedras que los habitantes del distrito habían colocado en el puente de esta localidad durante una huelga el 21 de mayo.
Poco después del mediodía (hora local) del 23 de mayo, llegaron a la plaza de Armas de Ilave cerca de dos mil personas dirigidas por Edgar Larijo. En este momento, algunos sujetos empezaron a insultar a los periodistas que cubrían el hecho, entre ellos reporteros de la empresa televisiva Frecuencia Latina, y de los periódicos «El Comercio» y «La Razón».
Un contingente policial cruzó la Plaza de Armas con dirección al puente Ilave para retirar los desmontes de esa vía de acceso, lo cual motivó que algunos manifestantes incitaran a la población para enfrentar a las fuerzas del orden. Fue entonces cuando los periodistas Juan Rizo Patrón y Dante Piaggio de «El Comercio», Elena Cano y Daniel Contreras del diario «La Razón» y Mónica Cépeda y Óscar Echevarría de Frecuencia Latina fueron atacados con piedras y hondas.
Los periodistas desconocían la zona. Para protegerse, huyeron con dirección a Juli, cinco mil metros de distancia al sur de Ilave, pero la turba los persiguió a lo largo de tres kilómetros. La aparición de un poblador que se conmovió de ellos fue esencial para que escaparan, ya que nadie les dio refugio durante su escape en un área situada a 4 mil metros sobre el nivel del mar.
Sin embargo, al tratar de rodear el río Ilave, nuevamente los comuneros les lanzaron piedras. Una mujer les mostró el camino para embarcarse a Juli. Piaggio tomó rumbo contrario al de sus compañeros y se temió que hubiese quedado atrapado dentro de la turba. Horas después se supo que había llegado sano y salvo a Puno, capital de la región.