En lugar de silenciar a periodistas o evitar que escriban una historia, la información puede bloquearse al momento de la distribución. La imaginación de los depredadores de la información no tiene límites, por lo que mientras los diarios no lleguen a manos de su lectores, estos permanecen vulnerables.
Este artículo fue publicado originalmente en rsf.org el 20 de septiembre de 2019.
Con motivo del congreso anual Distripress, que reúne el 23 de septiembre en Berlín a editores y distribuidores de prensa de todo el mundo, RSF da a conocer su más reciente informe: “Diarios que nunca llegan a sus lectores”, que revela cómo los Estados o sus instituciones, poderosos oligarcas o empresas privadas obstaculizan la distribución de la prensa.
En lugar de silenciar a periodistas o evitar que escriban una historia, la información puede bloquearse al momento de la distribución. La imaginación de los depredadores de la información no tiene límites, por lo que mientras los diarios no lleguen a manos de su lectores, estos permanecen vulnerables. Así lo revela el informe “Diarios que nunca llegan a sus lectores. Investigación sobre la obstaculización de la distribución de la prensa”, publicado el 23 de septiembre de 2019 por Reporteros sin Fronteras (RSF), en el que se dan a conocer los múltiples obstáculos interpuestos en el camino –a menudo peligroso– de la distribución de las publicaciones.
“A los impresores, distribuidores y vendedores de periódicos rara vez se les cita o menciona en los diarios, se encuentran en el ángulo muerto de la ruta de la información. Sin embargo, su labor es esencial para la liberta de prensa”, señaló Christophe Deloire, Secretario General de RSF. “Un periodista no sólo debe poder investigar y escribir libremente. El producto de su trabajo también debe llegar a sus lectores sin restricciones. De otra manera, los ciudadanos no podrán tener acceso a una información plural, indispensable para toda democracia. De allí la necesidad y la urgencia de que se conozcan las prácticas que amenazan nuestro derecho fundamental de estar informados”, añadió.”
El estudio realizado por RSF en más de 90 países muestra que cerca de 41% de las tentativas para impedir la distribución de la prensa se registran en el momento de la venta. Así, el vendedor de periódicos, como último intermediario entre el lector y su diario, también puede ser objeto de presiones encaminadas a restringir el flujo de información. Con frecuencia los medios empleados son espectaculares: en Congo Brazzaville y Guinea Ecuatorial los kiosqueros aún recuerdan cómo la policía decomisó ediciones enteras y luego, para destruirlas por completo, las quemó.
Esta obstaculización también puede realizarse de forma más discreta, como sucedió en Madagascar. Al alba, representantes del gobierno compraron todos los ejemplares de un diario que en la edición de ese día daba a conocer las relaciones secretas de la primera dama con un consejero del presidente. El bloqueo de la distribución puede ser más insidioso. En Polonia, por ejemplo, los vendedores de periódicos son obligados a fomentar el consumo de prensa progubernamental, en detrimento de la prensa independiente, lo que puede llevarlos a la quiebra por que al no ser visibles, los consumidores no los compran. La censura también puede ejercerse de manera radical y brutal, como en México, donde los voceadores y otros vendedores de diarios sufren amenazas directas, incluso algunos han sido asesinados por individuos a los que les molestaba el contenido de las publicaciones.
Una etapa crucial de la cadena de difusión es el transporte y la distribución de periódicos en todo el territorio nacional; los predadores de la información la ven como otra oportunidad para restringir la circulación de la prensa independiente o de oposición. Más de 22% de los casos de infracciones contra la libre distribución de la prensa se registran cuando los diarios se transportan de la imprenta al punto de venta, según el estudio elaborado por RSF. En Nigeria, el Cachemira indio y Paquistán, las autoridades no dudan en recurrir a la policía o al ejército para detener los camiones que transportan la prensa y confiscar los ejemplares.
Entre más largo es el camino hacia los puntos de venta, mayores son los obstáculos que se enfrentan. Las fronteras pueden volverse infranqueables para ciertas publicaciones por decisión de las autoridades locales. En ocasiones, la razón es religiosa, como en el caso del semanario satírico Charlie Hebdo; la publicación francesa fue prohibida en numerosos países musulmanes en 2015. Otras veces, es una cuestión meramente política, como en el caso del semanario francés Jeune Afrique, que en los últimos meses se ha vuelto ‘indeseable’ y, sobre todo, imposible de encontrar en Argelia. Esto, sin contar las medidas económicas, que pueden ser poderosos instrumentos de censura. Así lo muestran los ejemplos de Kosovo y Rusia, en los que la decisión de un Estado de establecer impuestos de importación o de suprimir la subvención pública al servicio de correo en ocasiones basta para poner en peligro la distribución de una publicación, incluso de todo el sector editorial.
La impresión también puede ser una etapa crucial y fatídica. Algunos diarios de oposición sufren los intentos de censura justo antes de ser impresos. Es lo que sucedió en Egipto, donde una imprenta cercana al Estado chantajeó a una publicación con no imprimir sus ejemplares si no eliminaba una investigación que molestaba al gobierno. En Gabón se registró un caso en el que el contenido de la edición fue pirateado justo antes de que se pusieran en marcha las rotativas. Cuando ya es demasiado tarde para intervenir o interferir en la información de los diarios, la confiscación de ejemplares recién impresos que difunden contenidos molestos para ciertos grupos, se lleva a cabo fácilmente cuando en el país un oligarca o los servicios de inteligencia son todopoderosos; es el caso de Bulgaria y Sudán.
De manera más perjudicial, los monopolios o el hecho de que el Estado o un poderoso grupo de prensa domine el sector de la impresión o el de la distribución, permite que se ejerza un control de facto sobre la prensa imponiendo precios, incluso decidiendo cuál publicación puede recibir la preciosa e indispensable materia prima de todo diario impreso: el papel, como es el caso en Venezuela y Nicaragua. Al final, poco importan la manera o los medios, las múltiples interferencias en la cadena de distribución tienen generalmente el mismo objetivo: impedir que se lean ciertos diarios.