RSF conversa con al periodista liberado después de siete años y cuatro meses en la cárcel.
(RSF/IFEX) – 21 de julio de 2010 – Madrid, 16 de julio, 14:00h, cafetería del hotel Welcome donde el gobierno español ha dado alojamiento a los 11 cubanos liberados que llegaron a España desde el pasado martes 14. Siete de ellos son periodistas. Uno de ellos, Ricardo González Alfonso, ha sido el corresponsal de Reporteros Sin Fronteras desde 1998. Fue encarcelado junto a otros 74 disidentes cubanos en la tristemente famosa Primavera Negra, el 18 de marzo del 2003 y condenado a 20 años de cárcel. La sección española de RSF se movilizó desde su llegada al aeropuerto de Barajas en Madrid y, ante la enorme expectativa internacional, organizó una conferencia de prensa el jueves 17 para darles voz.
Aquí su testimonio, sus primeras impresiones y proyectos de futuro:
¿Cuáles han sido las primeras emociones que has sentido al salir de la cárcel?
Son varias. La primera es la de sentirse con el cuerpo en Madrid y con la mente todavía en Cuba. A veces, en las conversaciones, sigo diciendo «aquí» y me estoy refiriendo a Cuba. Hay un sentimiento más íntimo y más personal, y es lo que he tenido cuando, por primera vez después de siete años y cuatro meses, me pude despertar al lado de mi esposa. En la prisión, daban visita conyugal primero cada cinco meses, luego cada tres meses, y finalmente cada dos meses, pero era una visita de tres horas. Y uno extrañaba el hecho de poderse despertar al lado de su esposa. Pero también hay un detalle que merece la pena recordar. Cuando viajaba en avión hacia España, vi por primera vez después de muchísimo tiempo un cuchillo. Un cuchillo de metal: algo tan sencillo, pero tan prohibido allí dentro, que me sorprendió y casi me asustó. Otro detalle más: la emoción que sientes delante de tu primer plato de comida caliente después de siete años. Es una mezcla de pequeñas cosas, pero pueden dar la idea de la confusión que uno siente en estos momentos, y de la necesidad de adaptación psicológica a las nuevas circunstancias.
¿Cómo has vivido tu liberación, desde el momento en que te has enterado de la noticia, hasta tu salida de Cuba?
Comenzó todo con un rumor, que escuché en el hospital nacional de reclusos, donde me estaban haciendo un tratamiento por una afección en un pie. Un preso serio, de mi confianza, me dijo que había escuchado en la radio (en el edificio del Combinado del Este donde se encontraba él) que iban a liberar a 45 presos. Esta fue la primera información. Poco después, en el mismo hospital, encuentro otro compañero, Julio César Gálvez (otro periodista, también liberado) que me confirmó que había escuchado algo parecido, pero que todavía no tenía más detalles. Entonces, cuando vuelvo a mi celda, pido el periódico, el «Granma», y allí puedo ver que la noticia está confirmada. Se habla de liberaciones, pero no aparecen los nombres de los presos que han sido elegidos. Posteriormente, sobre las 6 de la tarde del mismo día, el jueves 8, recibo la llamada telefónica del cardenal Jaime Ortega: el arzobispo de La Habana me informa que mi nombre está en la lista de los presos que van a ser excarcelados para viajar a España, si yo estaba de acuerdo con ello.
¿Y qué le contestó?
Le expliqué algo que podría resultar interesante. Cuando conocí a mi esposa Alida, ella pensaba emigrar a Estados Unidos. Pero yo no pensaba emigrar. Pues, decidimos que cuando llegara el permiso de salida, que en Cuba otorga la autoridad del Ministerio del Interior, nos separaríamos. Pero pasan los años, la relación se va estrechando, el amor va creciendo, y el permiso de salida para Alida no llega. Cuando yo soy arrestado, pocos días más tarde llega el permiso de salida definitivo de Alida, lógicamente para que mi esposa me abandone. Pero ella se niega a abandonarme, rechaza el permiso y decide seguir conmigo. Está claro que una decisión como esta crea un compromiso muy fuerte entre dos personas, incluso más de lo que nos habíamos comprometido inicialmente.
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