El informe revela que mientras el sector de los medios de comunicación en las metrópolis globalizadas parece cada vez más saludable, los periodistas que trabajan lejos de los centros del poder federal continúan siendo blancos los que temen las consecuencias del periodismo de investigación.
(IPI/IFEX) – Viena, 21 de marzo de 2012 – Brasil está brillando. El país Latinoamericano más grande y poblado recientemente sobrepasó al Reino Unido para convertirse en la sexta economía mundial. Además, se prevé que suba una posición más para finales de 2012.
La producción petrolera se ha disparado, mientras la pobreza ha tocado su nivel más bajo en la historia. El país va a ser anfitrión del Mundial de Fútbol 2014 y las Olimpiadas de 2016. Y la “B” del poderoso grupo BRIC de países en desarrollo está haciendo lobby para un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
Pero aunque el mundo celebra el indiscutible ascenso de Brasil, está pasando desapercibida una creciente ola de violencia en contra de los periodistas que trabajan en el extenso interior del país y en las regiones fronterizas, donde los efectos del rápido desarrollo y la democratización todavía no se han hecho sentir completamente.
Mientras el deterioro de la libertad de prensa en México y Ecuador han dominado recientemente los titulares, Brasil fue testigo de la muerte de 5 periodistas en 2011. Ese año registró su total más alto de muertes de trabajadores de los medios de comunicación desde que el Instituto Internacional de la Prensa (IPI, por sus siglas en inglés), comenzó a contar los asesinatos de los trabajadores de los medios a través de su Death Watch en 1997. El total de 2011 es igual a la suma de los tres años previos y todos –excepto uno de los asesinatos– ocurrieron afuera de las grandes áreas urbanas.
La tendencia preocupante ha continuado en 2012. El mes pasado, Mário Randolfo Marques Lopes, editor al interior del estado de Río de Janeiro, fue secuestrado y ejecutado con su novia. Sólo 5 días después, motorizados asesinaron a Paulo Rocaro, periodista y dueño de un periódico en un pueblo pequeño en Mato Grosso do Sul, en la volátil frontera con Paraguay.
Las muertes de Lopes y Rocaro, ambas ocurridas en ciudades con una población menor a 100.000 habitantes, ilustran la situación actual de la libertad de prensa en Brasil: Mientras el sector de los medios de comunicación en las metrópolis globalizadas parece cada vez más saludable, los periodistas que trabajan lejos de los centros del poder federal continúan siendo blancos de los carteles de droga, poderosos políticos locales y otros que temen las consecuencias del periodismo de investigación.