(FLIP/IFEX) – El 10 de mayo de 2007, un grupo de periodistas fue intimidado cuando un suboficial del Ejército Nacional hizo una ráfaga de disparos al aire para evitar el ingreso de éstos al lugar de un atentado. El hecho se produjo en la vereda Alto Bonito a tres kilómetros del casco urbano del municipio […]
(FLIP/IFEX) – El 10 de mayo de 2007, un grupo de periodistas fue intimidado cuando un suboficial del Ejército Nacional hizo una ráfaga de disparos al aire para evitar el ingreso de éstos al lugar de un atentado. El hecho se produjo en la vereda Alto Bonito a tres kilómetros del casco urbano del municipio de Tuluá, departamento del Valle, al sur occidente de Colombia.
Los periodistas pretendían realizar el cubrimiento de un ataque contra el Escuadrón de Fuerzas Especiales del Ejército. El grupo guerrillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) había detonado una bomba al paso del convoy, con un saldo trágico de diez militares muertos.
Después de más de tres horas de espera y de insistencia, el grupo de periodistas – más de 10, incluso camarógrafos, fotógrafos y reporteros – recibió la autorización de los militares para aproximarse al sitio de la explosión. El ingreso había sido dilatado por razones que nunca quedaron claras.
El grupo había avanzado más de 200 metros, a la par de la grúa que iba a recoger el camión destruido del Ejército, cuando un suboficial hizo una ráfaga al aire, en clara señal de intimidación a los periodistas para que se alejaran. Además de los periodistas, los propios soldados quedaron aterrados con los disparos. Por fortuna, nadie resultó herido.
La situación obligó la pronunciación del propio comandante del Ejército Nacional, general Mario Montoya, quien se disculpó con los periodistas por los hechos presentados. «Este tipo de incidentes no se puede permitir», comentó, y aseguró que se iniciará una investigación el contra del suboficial.
En otro incidente, el 12 de mayo en Barranquilla, la capital del departamento del Atlántico, al norte del país, varios periodistas locales fueron agredidos física y verbalmente por miembros de la Policía. Los comunicadores se disponían a realizar el cubrimiento de un homicidio en esa ciudad.
Hacía las 2:00 p.m. (hora local), Isis Beleño, periodista del diario «El Heraldo», llegó al lugar de los hechos para cubrir lo sucedido. De repente, varios agentes de Policía comenzaron a insultarla diciéndole que tenía que retirarse del lugar, a pesar de no haber traspasado la cinta de seguridad de la escena del delito.
No contentos con los insultos, los agentes comenzaron a empujarla y golpearla para que se fuera. Por su parte, Johnny Olivares, reportero gráfico que acompañaba a Beleño, junto con Manuel Pérez Frutos y Saturnino Vásquez del diario «La Libertad», fueron agredidos igualmente cuando trataron de impedir que Beleño siguiera siendo lastimada.
«Es constante la actitud agresiva de la policía con los periodistas, sobre todo a la hora de hacer cubrimientos de noticias judiciales», señaló a la FLIP Pérez Frutos. Otros comunicadores locales consultados por la FLIP afirmaron que actualmente Barranquilla vive una situación de orden público bastante complicada. Cerca de 25 homicidios en dos semanas han hecho que sean frecuentes los encuentros entre periodistas y agentes de policía, en los cuales la fuerza pública ha reaccionado agresivamente en contra de la prensa.
En conversación con la FLIP, el Comandante Encargado de la Policía del Atlántico, Coronel Jorge Gutiérrez, aseguró que son los periodistas quienes tienen una actitud hostil frente a la policía. «Ellos (los periodistas) no permiten a los agentes realizar su trabajo; se les pide que respeten la escena del crimen y son agresivos».
Respecto a la situación presentada el 12 de mayo, Gutiérrez aseguró: «los periodistas fueron groseros con los agentes, incluso una periodista, una muchacha (Isis Beleño), fue quien agredió a uno de los agentes». No obstante, el comandante invitó a los periodistas a que, si tienen una queja, la presentaran de manera formal ante la institución.
La FLIP registra con preocupación estas dos nuevas agresiones, y recuerda la frecuencia con la que se están presentando. La semana pasada, la FLIP alertó sobre otras dos agresiones contra periodistas, una de ellas por parte de la Policía en Bogotá. Resulta urgente que la fuerza pública capacite a sus hombres en el respeto a la labor de los periodistas, y que de manera dialogada los periodistas conozcan aquellas prácticas que ponen en riesgo sus vidas y entorpecen las investigaciones judiciales.
La responsabilidad que tiene la fuerza pública de mantener el orden no puede convertirse en un argumento para irrespetar la labor de la prensa y la integridad de los comunicadores, que también es vital en el desarrollo de la sociedad.