La transferencia de Macao a China el 19 de diciembre de 1999 señaló el fin del imperio de Portugal, que estuvo cubierto por el velo de la censura durante la mayor parte de su reinado de 500 años, dice «Index on Censorship» (Boletín «Indice de la Censura») en su edición más reciente, titulada «Portugal: The […]
La transferencia de Macao a China el 19 de diciembre de 1999 señaló el fin del imperio de Portugal, que estuvo cubierto por el velo de la censura durante la mayor parte de su reinado de 500 años, dice «Index on Censorship» (Boletín «Indice de la Censura») en su edición más reciente, titulada «Portugal: The Last Empire» (Portugal: el último imperio; 1/1999.) En un artículo titulado «The shallow grave of empire» (La tumba al ras de la tierra del imperio), Antonio de Figueiredo escribe, «En 1974, Portugal no solo tenía los últimos restos del imperio de ultramar más viejo de la historia, sino también el registro de censura más largo del mundo occidental». Señala que la censura tubo el efecto de perpetuar el imperio al «aislar a los portugueses monolingües del mundo exterior, al aislar sus remotas colonias en África y Asia de los observadores internacionales inquisitivos». Escondida detrás de políticas de censura estaba la política de explotar a los africanos como esclavos en sus propios países o en otros, por ejemplo, al enviar gente desde Mozambique a trabajar en las minas de Sudáfrica y enviar 3.5 millones africanos a las plantaciones de Brasil. «Las relaciones entre el imperio y la censura y, en su momento, la censura y la esclavitud, formaron parte de una historia oculta que tiene que contarse si tanto los portugueses como los africanos desean salirse del atolladero en que han caído».
En «Index», de Figueiredo dice que la inquisición en Portugal, que duró de 1536 a 1821, fue en parte culpable por el prolongado periodo de censura, pero la influencia del catolicismo no fue el único factor. Los orígenes de la censura giran alrededor de «la nube de secreto que envolvió la era de explotación marítima y forja de imperios en los siglos XV y XVI». Los reyes del país censuraban «todos los registros que pudieran revelar secretos que pudieran dañar el comercio portugués» y la censura «evolucionó para convertirse en una estrategia frontal para conjurar cualquier amenaza de rivales imperiales existentes o potenciales». Para 1900, «los lápices azules y los sellos de goma del censor se volvieron los principales instrumentos de control cultural dentro del imperio». Las pautas emitidas en 1931 a la Junta Directiva de Servicios de Censura a la Prensa declaran que «La prensa tiene el papel principal de mantener tranquilas a las mentes, olvidando el odio y las pasiones, movilizando los esfuerzos de todos los portugueses hacia el bien de la nación». Las colonias estaban sujetas a mayores restricciones, como una prohibición de criticar los trabajos forzados en Angola y Mozambique. Una cláusula de 1928 prohibía criticar la esclavitud en las colonias, so pena de hasta dos años de cárcel o una multa cuantiosa.
En otro artículo de «Index» acerca de Portugal, titulado «Exiled in its own land» (Exiliadas en su propia tierra), Hilary Owen describe las suerte de tres mujeres que publicaron en 1971 un libro llamado «Novas Cartas Portuguesas» («Nuevas Cartas Portuguesas»). Conocidas como las Tres Marías, María Isabel Barreno, María Teresa Horta y María Velho da Costa fueron procesadas junto con su editor por «ofender la moral pública» y «abusar» de la libertad de prensa. Owen escribe que «esta fue una medida extraordinariamente draconiana aún para esos tiempos», e informa que la medida aparentemente fue más política que puritana. Owen señala que «No fue la primera vez que una mujer escritora en Portugal sufrió el absurdo de un régimen patriarcal que suprimía el erotismo femenino en la literatura por considerarlo pornográfico». Después de una enorme protesta internacional que avergonzó al gobierno, y un golpe de estado el 25 de abril de 1974 que derrocó el régimen, las Tres Marías fueron indultadas.