Julio Castro, cofundador de la revista semanal "Marcha", desapareció en agosto de 1977 y fue asesinado bajo la dictadura.
(RSF/IFEX) – el 21 de diciembre de 2011 – El 1ro de diciembre de 2011, el gobierno confirmó que los restos humanos hallados cinco semanas antes en el Batallón 14 eran de Julio Castro, desaparecido en agosto de 1977 y asesinado bajo la dictadura (1973-1985). Político, profesor y periodista, Julio Castro fue cofundador en 1939 de la revista semanal Marcha, cerrada por el régimen cívico-militar en 1974. La publicación renacería en 1985 bajo el nombre de Brecha, con la participación de firmas prestigiosas como Juan Carlos Onetti o Eduardo Galeano. La obtención, aunque tardía, de la verdad en el caso de Julio Castro nos anima hoy a creer que algún día se rendirá justicia a todas las víctimas de las dictaduras del Plan Cóndor, entre las cuales figuran numerosos periodistas y escritores. Todavía hoy, particularmente en Uruguay, el trabajo de investigación adelantado sobre este período se enfrenta a menudo al silencio o a la hostilidad. El nieto de Julio Castro, el agrónomo Ariel Castro, quien sigue luchando por la memoria y la verdad, respondió a nuestras preguntas.
¿Qué sentiste el pasado 15 de diciembre en el homenaje a tu abuelo en el Parlamento?
No sentí nada demasiado marcado. Incluso en un primer momento no pensaba ir, pero mi hermano quería ir y al final fuimos. Por un lado me pareció un homenaje razonable, lógico, fue un acto bastante sobrio. Las cosas que se dijeron, absolutamente compartibles. Desde ese punto de vista bien, pero no dejan de ser discursos. Ahora el punto es si esto implica un cambio de actitud, si se traducirá en hechos o si es un “saludo a la bandera”. Es importante que gente de todos los partidos diga lo que dijeron. Está en ellos dar las herramientas para que estas cosas se concreten.
¿Sientes que simbólicamente la aparición de los restos de tu abuelo puede abrir las puertas para que ahora sí se sepa sobre los restos de los otros desaparecidos?
Esa es la gran pregunta . . . uno espera que sí. Quizás sea el último servicio que le haga mi abuelo a la República Oriental del Uruguay: generar una formidable alarma que definitivamente rompa esa barrera de mentiras, o sea, generar un hecho tan insoportablemente cruel, intolerable y vergonzoso que definitivamente se traduzca en que esto no da para más. Basta de mentiras.
¿Ustedes tenían idea de que había sido ejecutado?
No, yo creo que todos nos atamos a la hipótesis o a la versión de que había muerto durante el interrogatorio porque cerraba. Mi abuelo tenía problemas de salud, por lo que era probable que muriera si era sometido a apremios físicos y se ajustaba mucho a las declaraciones de Flavio Tabares (ciudadano brasileño que estaba junto a Julio Castro durante su detención) que fue la última persona amiga que mi abuelo tuvo cerca. Como él me aclara siempre: yo no puedo decir que lo vi, porque estuve todo el tiempo encapuchado. En realidad, esa versión surge de las declaraciones de Tabares y de una investigación periodística que hicieron Mónica Bottero y Ernesto González Bermejo en 1985. En la Comisión para la Paz (CPLP1) no hubo ninguna investigación, ni siquiera un contacto con Tabares. En el Parlamento, no me acuerdo cuál de los parlamentarios que habló dijo que el hecho de que haya muerto en la tortura o ejecutado no cambiaba, era de todas formas una manera terrible, brutal, de asesinar a una persona. Refuerza nuestra convicción de que es un crimen, y que los crímenes se resuelven en la Justicia. En eso no nos cambia nada.
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