A través de cuatro historias, este informe recorre dos décadas de violencia contra la prensa desde distintas geografías, y nos muestra cómo afecta a la sociedad el acallamiento de periodistas.
Este artículo fue publicado originalmente en articulo19.org el 30 de septiembre de 2020.
- Narra las historias de la desaparición de Leodegario Aguilera y María Esther Aguilar, así como los asesinatos de Moisés Sánchez y Rafael Murúa.
- A través de cuatro historias, este informe recorre dos décadas de violencia contra la prensa desde distintas geografías, y nos muestra cómo afecta a la sociedad el acallamiento de periodistas.
En el informe se narran cuatro historias en cuatro estados y cuatro comunidades. Acercándonos a los casos de Leodegario Aguilera (periodista de Guerrero, desaparecido desde 2004), María Esther Aguilar (periodista de Michoacán, desaparecida desde 2009), Moisés Sánchez (periodista de Veracruz, asesinado en 2015) y Rafael Murúa (periodista de Baja California Sur, asesinado en 2019), podemos ver cómo ellos y ellas replicaron otras voces, cómo el periodismo puede ser una voz disidente, crítica.
Además, a través de estas historias identificamos patrones y continuidad en la agresión contra la prensa a lo largo de dos décadas, así como un aspecto transversal: la impunidad que atraviesa todo el país. De igual manera, el informe hace énfasis en lo que la sociedad pierde cuando un/x periodista es asesinadx o desaparecidx; qué pasa en su familia, pero también qué pasa en sus comunidades, con sus “fuentes”, qué ocurre con aquellxs con quienes hablaban y cuyas voces replicaban. Y también qué pasa con sus medios, con la comunidad periodística local. En resumen, se ilustra cómo nos afecta como sociedad que estas voces sean acalladas. Cuando las y los periodistas son víctimas de violencia, es afectado el derecho a la verdad de la sociedad en su conjunto.
Estas historias, narradas por la periodista Paula Mónaco Felipe e ilustradas por el fotoperiodista Miguel Tovar, logran capturar el silencio y los vacíos que nos quedaron: tras la desaparición de Leodegario, dejó de escucharse la voz de quienes resistían a la violencia de Estado en la costa de Guerrero. Con la desaparición de María Esther, dejaron de ser cubiertos tantos hechos y escenas de crimen que siguen ocurriendo en la frontera entre Michoacán y Jalisco. Además, lxs periodistas dejaron de firmar sus notas en esa región. Tras el asesinato de Moisés, cesó el recorrido vespertino con bocina que daba el resumen de noticias de La Unión. Al ser asesinado Rafael, en la carretera Transpeninsular de Baja California, ya no se quiebra el silencio del desierto con su voz en Radiokashana.
En el informe se narran las historias de dos periodistas asesinados y dos desaparecidxs, porque en este México de violencia e impunidad el asesinato se ha transformado en un doloroso destino para muchos trabajadores de prensa, pero otro destino es la eterna tortura de la desaparición. En México, 24 periodistas están desaparecidos desde 2003 a la fecha: 4 mujeres y 20 hombres. Además, del 2000 a la fecha, ARTICLE 19 ha documentado el asesinato de 135 periodistas, 124 hombres y 11 mujeres. De los cuatro casos aquí reportados, dos continúan en absoluta impunidad, sin verdad ni justicia, con años acumulándose en la incertidumbre. Los dos restantes han registrado algún atisbo de justicia, aunque los familiares y colegas de las víctimas no se sienten satisfechos con ello.
En la presentación del texto contamos con la presencia de Leopoldo Maldonado, Subdirector Regional de ARTICLE 19 Oficina para México y Centroamérica, quien enmarcó los cuatro casos presentados en el informe en un contexto de violencia hacia la prensa y de impunidad en las agresiones cometidas contra lxs comunicadorxs. Michael Reed, académico de la Universidad de Georgetown, enfatizó la fundamental importancia de recuperar las historias de los y las periodistas locales y de entender qué es lo que pasa cuando sus voces son silenciadas. Ernestina Aguilera, hermana de Leodegario Aguilera, Jorge Sánchez, hijo de Moisés Sánchez, Juan Ignacio Salazar, colega de María Esther Aguilar y Alfredo Murillo de Radiokashana, colega de Rafael Murúa, compartieron cómo ha impactado la desaparición o asesinato de sus familiares y colegas. Con su voz, entendimos el profundo impacto que la violencia hacia la prensa tiene no sólo en las familias de quienes son violentados/as, sino también en colegas y en las comunidades donde estos/as periodistas trabajaban.
Finalmente, Paula Mónaco Felipe, autora de este informe, y Miguel Tovar, fotoperiodista cuyo trabajo acompaña el texto, reflexionaron en el evento sobre las condiciones de trabajo de periodistas que trabajan en las localidades y de cómo muchas veces con su asesinato o desaparición, los primeros mecanismos puestos en marcha por el Estado son la revictimización, discriminación y culpabilización de las y los periodistas.
La violencia en contra de la prensa no es un daño colateral, tiene el objetivo de acallar a quienes valientemente, y pese a las adversidades políticas, sociales y económicas, salen a las calles a informar y cuestionar al poder. Al mismo tiempo, tiene el objetivo de despojarnos como sociedad de esas voces, ojos y oídos que documentan los abusos de poder y nos permiten hacerles frente. Por ello, normalizar la violencia criminal y de Estado es imposible en democracia; normalizarla cuando se dirige contra la prensa, es socavar la democracia misma.
La desaparición y el asesinato de periodistas en México nos afecta a la sociedad completa, a todas y todos. Porque nos deja sin la posibilidad de escuchar las voces de quienes faltan, nos priva de comunicadores críticos/as y conscientes. Porque abre silencios. Porque deja sin respaldo a grupos marginados por la prensa comercial. Porque ya nadie cuenta esas historias.
Consulta el informe en PDF aquí