Desde el Artoparlante de Artículo 19 y "Animal Político" Jorge Sánchez, el hijo del periodista asesinado Moisés Sánchez, describe la verdadera cara de la impunidad: años de búsqueda y ausencia, autoridades indiferentes y promesas vacías desde el poder.
Este artículo fue publicado originalmente en animalpolitico.com el 15 de enero de 2022.
El presidente dice que no hay que odiar, que hay que perdonar. Hasta ahora no he escuchado a ninguna de las personas que buscan a sus familiares, o que piden justicia, decir que quieren venganza; quieren encontrar a sus seres amados, quieren que los responsables sean detenidos y juzgados. Eso es lo mínimo que debería tener un Estado democrático.
Por Jorge Sánchez
No es difícil de explicar, disipar el recuerdo hasta que olviden al asesinado, al desaparecido, mermar la voluntad de la familia y amigos de la víctima, y enterrar en el lícito y agobiante camino burocrático que termina en impunidad; es la estrategia recurrente del sistema tricolor, azul y guinda.
En la investigación de la desaparición y asesinato de mi padre, el periodista, comunicador y activista Moises Sánchez, lo único que avanza es el tiempo. Tres gobernadores, cada uno con su fiscal “a modo” y dos presidentes de la República… parece que el “dinosaurio” solo cambia de color.
Pero qué sabremos nosotros sobre las razones del máximo de Palacio Nacional, si no hemos desgarrado la tierra en busca de un ser amado; es como acudir a la morgue esperando no encontrar al ausente, porque la esperanza de encontrarlo con vida es más fuerte. Entre dolores encontrados miramos cuerpos en planchas frías como el corazón de algunos funcionarios.
Siete años de aquel 2 de enero de 2015, cuando un comando armado ingresó al domicilio de mi padre en Medellín de Bravo, Veracruz, para sustraerlo en una camioneta negra que custodiaban otros cuatro vehículos.
El reloj marcaba diez minutos para las siete de la noche. Ni la policía municipal o estatal ni el grupo de élite de la Fuerza Civil, que entró al municipio días antes, atendieron el llamado de auxilio. Ese fue el último día que su esposa y nietos vieron a Moisés: caminaba descalzo, sin playera y vestía un pantalón de mezclilla.
Cuando el caso trascendió, el entonces gobernador priista y su fiscal aseguraron que ocuparían todo el poder del estado para encontrarlo con vida, la misma promesa repitieron el secretario de Gobernación y el procurador de la República; una vez que fue encontrado sin vida el cuerpo de Moisés, los funcionarios repitieron el “mantra”, pero ahora con la sentencia de que darían con los responsables.
El entonces presidente municipal de Medellín, Omar Cruz, fue señalado como el presunto autor intelectual del secuestro y asesinato, pero desde 2005 está prófugo.
En aquel año el panista Miguel Ángel Yunes Linares, en rueda de prensa, exigió que apareciera con vida el periodista, y refirió que el crimen lastimaba a los veracruzanos. En diciembre de 2016 se convirtió en gobernador, y con su fiscal “a modo” el caso de Moisés siguió en impunidad.
Su boca dice que no son iguales, pero sus pies llegan al mismo destino.
Cuitláhuac García Jiménez, en septiembre de 2015, se convirtió en diputado federal. Como representante popular me aseguró que llevaría el caso al Congreso y que exigiría al entonces gobierno de Javier Duarte que se hiciera justicia. En diciembre de 2018, el morenista tomó el cargo como gobernador. El 2 de enero de 2019, después de una manifestación que hicimos, se reunió con mi madre y conmigo, ahí aseveró que nada podía hacer porque el fiscal lo había puesto el anterior gobierno del PAN, pero que estaría como “cuchillito de palo” en las juntas de seguridad exigiendo al fiscal resultados sobre el caso; meses después García Jiménez logró cambiar al fiscal y colocar al suyo, pero el caso hasta la fecha sigue igual: impune.
La piel del dinosaurio es gruesa, no siente empatía por el dolor de las víctimas.
La tinta tricolor cambió a guinda en el gobierno federal. La dulce elocuencia del discurso resuena en Palacio Nacional; ignora a las familias de las víctimas, y con el látigo sentencia a las madres y padres que buscan a sus hijos, al ser humano que busca a su ser amado.
Posiblemente para él no signifique nada el dolor de la madre que busca a sus hijas desaparecidas, de la que olfatea la tierra, de la sueña que sólo está perdida y que algún día se volverán a encontrar.
Durante 22 días días Moisés estuvo en calidad de desaparecido, la esperanza de encontrarlo con vida se extendió unos días más.
Su cuerpo yacía en la morgue, aquel 25 de enero de 2015, ahí donde anteriormente me habían mostrado otros cuerpos para identificar, había sido encontrado el día anterior en el municipio de Manlio Fabio Altamirano; su piel lacerada y sus extremidades separadas; “cortes perfectos” expresaba con admiración el Perito Forense, para él era sólo un bulto más y se maravillaba con la perfección del trabajo de los criminales.
Fueron detenidos un presunto actor material y tres policías municipales, estos últimos lograron salir en libertad con el pasar del tiempo; se giró orden de aprehensión contra el alcalde de Medellín, en el mes de marzo cuando fue desaforado, pero logró huir de la justicia. De los otros actores materiales sólo se conocen los apodos de cinco de ellos.
Tan poderoso e increíble, arriba del podio, el presidente lanza flechas lapidarias a quienes piden un cambio verdadero, pedir justicia se convierte en un acto de desacato, una blasfemia contra el máximo, es un delito, ultraje a la autoridad.
El presidente dice que no hay que odiar, que hay que perdonar. Hasta ahora no he escuchado a ninguna de las personas que buscan a sus familiares, o que piden justicia, decir que quieren venganza; quieren encontrar a sus seres amados, quieren que los responsables sean detenidos y juzgados. Eso es lo mínimo que debería tener un Estado democrático.
Por ejemplo, cuando a Andrés Manuel López Obrador le “robaron” la presidencia en 2006 -como asegura- o cuando el “dinero” se la arrebató en el 2012, creo que no siguió su lucha por odio o venganza, sino porque creía en la justicia y que México podía tener un cambio verdadero: o por lo menos eso predicaba en sus discursos.
Mi padre decía que los funcionarios sólo llegaban al poder para enriquecerse, para saquear al pueblo; por ello, el pueblo tenía que organizarse, vigilar y exigir a los funcionarios que trabajen.
Porque no se trata de maquillar al dinosaurio con tinta tricolor, azul o guinda, sino de terminar con el círculo de impunidad que impera en México, para que algún día pueda llegar el cambio verdadero.