La manera en la cual accedemos y percibimos la tecnología está determinada por las decisiones en cómo y bajo qué condiciones las personas producen esta.
Este artículo fue publicado originalmente en adc.org.ar el 30 de agosto de 2019,
En Argentina, de acuerdo a un estudio de la Fundación Sadosky, durante los años 70 las mujeres conformaron el 75 por ciento del alumnado en las carreras de informática. Sin embargo, en 2013 la proporción se había reducido hasta ubicarse en un 18 por ciento. La deserción del área exhibe una problemática que no tiene impactos que solo afectan a un determinado nicho, sino que esto plantea consecuencias necesarias de problematizar en un debate más amplio. Ello se debe a que hoy en día nuestra vida está atravesada por el uso que hacemos de las tecnologías digitales. Es evidente como se ha modificado nuestra sociedad a partir de la irrupción de internet y el uso masivo de las TIC. En ese sentido, la pregunta sobre quienes producen la tecnología que utilizamos se vuelve urgente. La manera en la cual accedemos y percibimos la tecnología está determinada por las decisiones en cómo y bajo qué condiciones las personas producen esta.
Hasta el momento gran parte del discurso en relación al acceso a las TIC ha sido considerado como una problemática vinculada a la conexión a internet. Si bien el acceso a la conexión y a los dispositivos son, a todas luces, importantes, existe una desigualdad relacionada con la menor presencia de mujeres en la producción de contenidos digitales y en especial, como creadoras de tecnología. La baja proporción de mujeres en carreras de grado en informática es un problema que repercute en el posterior acceso al mercado laboral y, en la posterior ocupación de áreas jerárquicas del sector. Este contexto genera una estrecha visibilización de mujeres en el área de informática que retroalimenta la escasez. Por lo tanto:
1. La industria cuenta con pocas mujeres insertas en la producción de las TIC. Este entorno laboral presenta desafíos que dificultan la retención de las profesionales en el sector.
2. Una industria tecnológica compuesta mayoritariamente por varones tiende a generar productos y soluciones tecnológicas que responden a una perspectiva masculina hegemónica y que luego son ofrecidos a un mundo en cual, al menos la mitad de las personas no se ajusta.
3. La deserción de las mujeres en la industria de producción de las TIC, en especial dentro del área de ciberseguridad, no es debidamente abordado como una problemática de acceso.
4. En cuestiones relacionadas a la seguridad, la generación de soluciones tecnológicas que no contemplan la diversidad de modelos de riesgo, que pueden diferir por múltiples factores, como por ejemplo el género, resulta peligroso para las más desprotegidas y vulnerables.
Pero… ¿por qué se van?
• Entre las razones que explican la pérdida progresiva de las estudiantes en las carreras de grado de informática, podemos señalar a los estereotipos culturales, en relación a las capacidades de las niñas y mujeres para desenvolverse en áreas como tecnología, informática, ciencia y matemática. Existen actualmente estudios que indican que la industria de los videojuegos tiene un peso decisivo en la elección por carreras vinculadas a las TIC.
• Desde los años 70, la academia no ha logrado mantener un porcentaje estable de mujeres en las carreras de informática. La industria, por extensión, no está habituada a una elevada composición femenina del mercado laboral en este rubro.
• Las personas que tuvieron una trayectoria universitaria en informática están acostumbradas a percibir, como algo natural, una baja presencia femenina, y así a interactuar escasamente con mujeres como compañeras de estudio, es decir, pares.
• Durante la trayectoria universitaria, el contacto con estudiantes mujeres por parte de estudiantes varones resulta escaso y atravesado por una diferencia y discriminación en el trato hacia ellas. Este aprendizaje influye posteriormente en las pautas de socialización en el trabajo.
• La configuración de masculinidades en la industria del software perpetúa concepciones que considera a los varones como los “cracks programando”.
• La brecha salarial es un problema que se presenta en el país y en el sector profesional. Según cifras del INDEC en base a la situación laboral, calificación ocupacional y brecha de ingresos, las mujeres perciben en promedio un salario equivalente al 74 por ciento del de los hombres en el ámbito profesional.
• La ausencia de un marco normativo, respetuoso de los derechos de las mujeres en entornos laborales tecnológicos, deja un camino libre para que el mercado tome soluciones que potencian de manera novedosa los mandatos de género.
• La cultura laboral que performa la deserción de las mujeres en entornos laborales tecnológicos se apoya en la escasez de políticas internas para erradicar la discriminación por género y acoso en las empresas.
• Las mujeres defensoras de derechos humanos enfrentan riesgos específicos de vigilancia, vulnerabilidades en la seguridad de la información que ponen en peligro la integridad de sus dispositivos, información y cuerpos. Sin embargo, las TIC son un soporte fundamental para denunciar estas y otras violaciones a los derechos, motivo por el cual deben ser seguros.
• Una de las desigualdades más pronunciadas en el entorno laboral es la licencia por maternidad y paternidad, reiterada de manera general en todos los rubros. De esto resulta que las mujeres son percibidas por la industria como más “caras” para contratar, en comparación con trabajadores varones. Esto se acentúa si además consideramos la intermitencia e inactividad laboral de las mujeres, que deben conciliar tareas de cuidado y reproducción para otros miembros de su hogar.
Y en el área de ciberseguridad ¿qué sucede?
De acuerdo con datos de la Women’s Society of Cyberjutsu (WSC), solo un 11 por ciento de la fuerza laboral en la industria de la ciberseguridad está compuesta por mujeres. Si tenemos en cuenta además que, según estimaciones de Cisco, para 2030 harán falta millones de puestos de trabajo en ciberseguridad, es evidente que existe un potencial que debe ser considerado. Cabe destacar que la brecha en la fuerza de trabajo de la ciberseguridad es un fenómeno en sí problematizado por empresas y organizaciones.
Los motivos por los cuales las mujeres abandonan la industria son múltiples, para citar algunos:
• referencia constante a que los espacios laborales de tecnología “no son para mujeres” y que por lo tanto ellas no tienen las aptitudes necesarias
• desvalorización del trabajo por ser producido por una mujer• constante convivencia con intentos de conquista por parte de compañeros y superiores
• generación de rumores sexistas
• diferencia en la asignación de ascensos
• sesgos de género inconscientes
• brecha salarial entre mujeres y varones
• presión y estrés debido al trabajo extra que requiere “demostrar” tener aptitudes técnicas
• micromachismos cotidianos como mansplaining, manterrupting, bropropriating y trato peyorativo al trabajo, etc.
En particular, señalamos:
Problema de enfoque y estereotipos
En la trayectoria universitaria no se suele alentar una percepción acertada sobre trabajos y áreas vinculadas a la ciberseguridad. De esta forma, muchas estudiantes pueden inferir que las habilidades para esta área son incompatibles con oficios como, por ejemplo, el de programación, y que por lo tanto requieren habilidades especiales e inaccesibles para las estudiantes de informática.
El rol que se piensa para ellas en la industria de alguna manera las posiciona distinto en la toma de decisiones técnicas que puede tener un programador, un experto en ciberseguridad, etc. De hecho, según la experiencia de muchas profesionales, es común en el ámbito laboral no asociar a una mujer como parte de un rol en ciberseguridad y expresar asombro cuando una mujer ocupa un puesto semejante.
Por otro lado, existen percepciones en torno a la ciberseguridad que la asocian con un lenguaje cercano a lo militar y por lo tanto altamente masculinizado, lo cual aleja aún más a profesionales que puedan estar interesadas. Si consideramos que ya hay una baja cantidad de mujeres en informática, el área de ciberseguridad es pensada prácticamente como inhóspita en términos de representación femenina.
Por último, y no menos importante, existen estereotipos sobre la figura del experto en ciberseguridad (la elección del artículo en masculino es adrede), y especialmente sobre la figura del “hacker”. Estas visiones cercenan otro tipo de figuras o modelos para las mujeres, puesto que las que circulan asocian al experto en ciberseguridad con la figura de un varón, en general aislado y con pocas habilidades sociales.
Reconocimiento
La subrepresentación de mujeres en el área de ciberseguridad, junto a la falta de modelos de referencia, afectan que muchas mujeres intenten direccionar sus carreras en ese sentido. Sin embargo, existe un gran problema sobre cómo se valora el trabajo de las mujeres en la industria. Es frecuente que las profesionales estén sujetas a una mayor presión para demostrar que son lo suficientemente aptas, ya sea en la postulación a un empleo o una vez en el puesto. Por otro lado, la convivencia con el menor valor asignado al trabajo profesional es un factor de desgaste adicional. Es muy común que muchas profesionales que trabajan en ciberseguridad redireccionen su carrera a otros oficios dentro de la industria. Esto es un grave problema pues representa una deserción que no se tiene en cuenta en las políticas de inclusión en la industria informática, y en particular en ciberseguridad.
Reclutamiento
Es frecuente que las ofertas laborales desde la industria sean propuestas pensando en candidatos varones. Esta formulación de avisos y oportunidades en ciberseguridad no permiten que las profesionales se vean reflejadas en las mismas.
En sus relatos, muchas profesionales aportan otros grises,señalando que hay empresas que sí tienen interés en ampliar la diversidad de los equipos, pero fallan rotundamente al momento de garantizar entornos laborales en los que se promueva un trato equitativo. Es necesario tener en cuenta que en estos espacios la proporción de varones es apabullante, y la cultura laboral está marcada por pautas que facilitan la complicidad de varones, a la vez que se están excluyendo a las mujeres, generando entornos altamente intimidantes.
¿Cómo podemos evitar que se vayan?
• Incorporar a las definiciones de acceso la problemática de la deserción de las mujeres en la academia y en el trabajo.
• Ampliar el diálogo sobre lo que entendemos por acceso y por inclusión de las personas “desconectadas”. De esta forma podremos pensar de qué manera será la participación de las personas –en particular de las mujeres– en la creación de las tecnologías.
• Generar estadísticas sobre la participación femenina en la industria informática y herramientas para la medición de la diferencia salarial entre varones y mujeres.
• Elaborar estudios cualitativos para conocer en profundidad las razones de deserción históricas en las carreras de grado en carreras IT en Argentina.
• Que los estados incorporen previsiones a la estrategia de ciberseguridad que tengan en cuenta la apropiación de herramientas para proteger los sistemas de información, los dispositivos y utilización de herramientas de cifrado, anonimato y pseudonimia.
• Generar un abordaje de la violencia hacia las mujeres en ámbitos online y offline en estrategias amplias propuestas desde los distintos niveles de gobierno. Asimismo, se recomienda que las estrategias de ciberseguridad incorporen previsiones para el respeto del goce de libertad de expresión y privacidad, por ejemplo, evitando legislación que penalice el anonimato y/o cifrado en las comunicaciones online.
• Las políticas de seguridad digital deben estar centradas en el ser humano. Cualquier política de seguridad digital debe tener en su núcleo al individuo y desarrollarse de conformidad con las normas de derechos humanos reconocidas en convenios regionales y en el derecho internacional, e integrar y aplicar una política pública de protección de datos personales.
• Elaborar programas dirigidos a las niñas y adolescentes en escuelas para romper con los mitos de las carreras en ciencia y matemática.
• Apoyar programas que promuevan la actividad de comunidades de mujeres en las universidades.
• Generar programas de becas dirigidas a estudiantes universitarias mujeres.
• Instrumentar incentivos a empresas de tecnología para que elaboren protocolos de género y guías de buenas prácticas para erradicar la expulsión de mujeres en esos rubros.
• Ampliar licencias por paternidad y maternidad que favorezcan la corresponsabilidad para una distribución más justa de las tareas de cuidado familiar y del hogar. Las políticas de estado que promueven una conciliación entre el trabajo formal y el trabajo doméstico,fomentando una división más equitativa de éste último, permiten disminuir la desigualdad de género, aumentar la oferta laboral, disminuir la pobreza y potenciar el desarrollo.